jueves, 12 de noviembre de 2015

La Funa

I.

ME SIENTO estafado, embaucado, engañado. Me vengo dando cuenta de que pertenezco a un pequeño porcentaje de la sociedad que es profundamente odiado por el resto y del que la sociedad preferiría que no existiese. No tuve antes conciencia de este odio. La ilusión de pertenecer a una élite me impidió darme cuenta del mismo. Quizá otrora este despertar fue menos agrio en tanto fue compensado por desmedidas retribuciones (por las que yo hoy habría sentido vergüenza) que amortiguaban el enorme complejo de ser detestable en todo el amplio sentido de la palabra. Hoy está ausente  esa riqueza que antes apaciguaba suciamente la culpa de ser indolentes,  de vender una imagen altruista con una bondad intachable llena de sabiduría y luego cobrar sin ninguna moral ni valor.

De admitir algo, podría decir que me deje seducir. Fui ingenuo, inmaduro. El mundo presionaba y amenazaba con morderme si no decidía y este cuento de lujos se presentó como algo que solucionaba todo. Como camino fácil.

Ser de mi especie es comparable a tener canas.  En el sentido de no tener conciencia de algo que para los demás es tan evidente a la vista. Uno no nació con ellas y durante gran parte de mi vida cada vez que estuve frente al espejo vi café y no blanco. Tal vez hasta hoy fueron las más veces que me vi café de las que me he visto blanco y por eso aún no tengo conciencia, quizá cuando este numero desconocido se equipare, comenzaré a ser un canoso consciente.

Pero, ¿que hay entonces con eso de la imagen que se tiene de si mismo? Que ¿hasta en el espejo puede ser un engaño? Tal vez uno puede acomodar el reflejo hasta hacerlo satisfactorio como reflejo mental involuntario. Hablo de verse guatón y automáticamente hundir la panza en forma inconsciente sin pensar en que uno jamás anda así por la vida. Yo por ejemplo me he sorprendido en puntillas frente al espejo, claramente puede deducirse de ello que no soy muy alto o que me gustaría serlo en mejor medida. También hundo el estomago y tiendo a hacer una ligera contracción de los músculos pectorales que logra aumentar el ancho de mi espalda en tres o cuatro centímetros. 

Lo que me divierte en mayor medida es la expresión, que consiste en bajar el mentón, levantar la vista y rotar la cabeza hacia algún lado (a la derecha de preferencia para ver mi lado izquierdo que es mi mejor lado) fruncir el ceño y hacer un leve gesto con la boca como estuviese en camino se besar. Me da la sensación como de que fuera a preguntar algo a alguien que de inmediato se formaría una primera impresión de mi como un tipo resuelto, seguro, definido en todos sus aspectos, para nada dubitativo, tal vez incluso audaz y confiable.

Todo eso mientras ese reflejo autónomo ordena según una imagen mental preconcebida y adecua la verdad a aquella construcción del ego.

Bueno pues yo creo haber encontrado una forma de desmontar tal farsa narcisista, esa imagen a la que me refiero, en absoluto falsa y distorsionada.

Antes de exponer aquí mis argumentos deberé decir que no me he válido de complejos e ingeniosos métodos para mi demostración. Mi experimento carece de ingenio, es mas, ni siquiera me pertenece.

Partiré por decir que recurrí a la imaginación. Me resulta irrisorio y patético a la vez imaginarme caminando por la calle, es decir, no cualquier calle, pongamos alguna en donde las apariencias importan, supongamos barrio "El golf", con esta postura adoptada de forma permanente (me he reído a carcajadas al escribir esto) intentando no despertar la curiosidad de la gente común. Partiendo por que los individuos que me encontraría en esa calle, ahora mismo por ejemplo, no debe ser para nada gente común, por el contrario con una fijación obsesiva en las apariencias. Tal vez por eso evito este tipo de lugares. No se si mencione que soy introvertido, no me gusta sentirme observado y si en ultimo caso tengo aceptar serlo, me gustaría que fuese para exaltar un rasgo positivo de mi aspecto y no una postura absurda y para nada natural como la que modula mi reflejo al darme una imagen de mi mismo.

En segunda instancia y aquí con mayor fuerza, para todo aquel que no haya quedado convencido con mi argumento anterior, recurrire y esta vez con más cientificidad, dado que es cierto que la imaginación es subjetiva y alguien bien podría imaginarse a si mismo dando aquella imagen que se pretende, de manera exitosa, a un método más comprobable y más aun reproducible. 

Para tal comprobación me he hecho de una grabadora no muy sofisticada y de una cámara de vídeo para hacer autoregistros diarios en actitudes cotidianas, para luego ser comparadas en forma subjetiva con mi propia imagen especular. Lo ideal hubiese sido objetivar la observación añadiendo terceras personas al experimento, pero hay cierta conciencia en mi de lo absurdo que hasta mi me resulta, por lo que he obviado esta herramienta, no obstante en mi defensa puedo decir que, dada la baja complejidad del mismo, cualquiera podría repetirlo y comprobar a propio criterio mis planteamientos.

Tal como lo he vaticinado,  mis resultados en la comparación son en extremo concluyentes. Las imágenes y archivos de audio que pude capturar de mi en actitudes cotidianas,  no tienen semejanza alguna con la que yo obtengo de mirarme en el espejo, con lo que me atrevo a plantear que la gente tiene de mi una imagen muy distinta a la que tengo yo.

Tal desconocimiento de la realidad es el que ahora me angustia al pensar en haber creído durante prácticamente media vida que era otro,  que cumplía un rol benéfico, que era admirado y querido.

No puedo decir que no hubo avisos. Había frases que resonaban de manera distinta a las que yo interponía mi imagen preformada desde el ego.

Otro rasgo abominable de mi ocupación es que incluye a diferencia de otras, juicios morales en los que es difícil no caer y que también me los he de cuestionar en estos escritos como probables agravantes al odio antes descrito contra los de mi especie.

Por cierto, esta bueno ya que lo especifique aún que muchos lo habrán deducido. No, aun tengo un par de cosas más que decir antes de que se me descarte. Ya diré en su momento que es lo que me hace ser lo que soy.

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