No se en que momento he comenzado a volverme más y más intolerante. A abominar fuertemente a la sociedad a la que pertenezco y a reconocerme horrorizado como parte de ella. A sentirme carcomido por sus contradicciones carentes de sentido, pero tan provocadoramente presentes sin que nadie logre realmente darse cuenta de ninguna de ellas. Lo peor de todo esto, es que a menudo veo cada vez con más certeza, que todo este pensamiento, esta reflexión, todo este existencialismo barato, del me he enorgullecido profundamente, no habrá de conducirme más que al punto exacto, al que han de llegar todos aquellos que han pasado por la vida sin detenerse en una sola cuestión que no les calce del todo. Nacerán, serán educados, tendrán una profesión u oficio, lograrán en algún momento tener una casa propia y seguirán trabajando para de pagar deudas hasta poco antes de morir y su existencia será tan reproducible y lo que más me irrita, su breve pasaje por la vida tendrá el mismo valor que mi pasaje por está vida sin que haya mucha diferencia.
Tiempo atrás se me dio por averiguar cuanto tiempo viven las moscas, pero me di cuenta de que no existe claro consenso en la información al respecto, al menos en la que tenía a mi alcance.
Entonces (como ya he dicho antes a cerca de la relación sinergial que hay entre la no utilidad de algún experimento y la obsesiva perfección del mismo) me he dado a la tarea de averiguarlo a criterio propio.
Mi primera dificultad residió en el darme cuenta de que absolutamente todos los métodos que la gente común utiliza a diario están concebidos para matar a las moscas y no para mantenerles en cautiverio con el propósito de contabilizar sus días. Por lo que hacerme de una muestra y de un lugar para el estudio me ha resultado sumamente dificultoso.
Una vez más, me he visto en la necesariedad de inventar alguna excusa para procurarme tiempo de observación y de someter a juicio de Angelica, la persona que trabaja conmigo, la propia cordura de mis experiencias (hubo dar instrucciones de mantener una oficina aislada en donde logré encerrar a tres de mis animalitos en estudio y dedicar el mayor tiempo de trabajo posible por no querer que los lapsos fuera de ella, me hiciera dar por perdido el momento exacto del deceso.
Me asalta ahora un hecho del que no había tomado cuenta hasta aquí. Tengo tres moscas atrapadas en una habitación ciega con el fin claro de establecer por método científico la duración de su vida. Intuyo que es corta y por eso he comenzado con el experimento sin creer que me iba a tomar demasiado tiempo, pero, ¿como habría yo de saber cuántos años-mosca tenían ya mis sujetos experimentales? Ostento la fama no se si positiva, de haber pasado buena parte de mi vida adolescente observando cómo su vuelo pareciera escapar a leyes físicas de inercia y gravedad, pero jamás me detuve a mirar si se trataba de individuos (moscas) jóvenes o adultas. Y aun que me lo hubiese cuestionado, ¿como habría yo de saberlo? A pesar de esto, mi obsesión me impidió dejar de lado el experimento.
Tenía entonces dos opciones pero el solo hecho de pensar en experimentar con moscas desde su eclosión me parecía repugnante. Así es que decidí que lo mas lógico era estimar que los individuos reclutados estarían en la mitad de su vida. (Para lo cual fue necesario reclutar seis individuos más)
Lo segundo que no me pareció menos importante fue pensar en que el cautiverio bien podría parecerles hostil a mis observados y acortar con ello la longitud de su vida falseando la veracidad del estudio. Vuelvo a caer aquí en la misma conclusión, por Dios, que poco sabemos la gente común sobre las moscas, compartiendo hábitat desde hace siglos. ¿como podía saber que hacer para que mis individuos se sintieran más a gusto? Y si alguno se ellos, a raíz del encierro, tuviese los mismos cuestionamientos existenciales que tengo yo, pero, no sobreviviera a su planteamiento optando entonces por el suicidio, ¿no falsearia también mis datos?
Esto se torna cada vez más complejo a la vez de seguir sumando datos arbitrarios que no han hecho más que restar exactitud a mi experiencia.
Me visto obligado (ya que hasta donde se, no se conoce nada sobre la psicología de moscas en cautiverio) a asumir el hecho de que las rige un comportamiento instintual y que al paso de unas pocas horas, habrían de dar por hecho de que no habría universo más allá de las paredes en que las tenía confinadas.
No deja de tentarme la idea de comparar esta existencia a mi propia vida. ¿sería posible confinar mi existencia a los límites del mundo conocido sin que yo me cuestionase a cerca de los porqué de este universo? Y si así fuese ¿no sería lógico caer en un comportamiento autómata perpetuado hasta que se me agotase la vida? Es decir, de pronto el universo ilimitado de mi vida infantil que por momentos he logrado revivir a traves de mi hija Martina, se confina mi hogar, mi trabajo y el camino que los une, sin que haya algo más. Y luego un mal día dejára de buscar ese más allá y esta automaticidad se me hiciera perpetua hasta la muerte. Me aterra.
A diferencia de mis tantas otras experiencias, esta no fue concluyente, intuyo por la cantidad de variables que no pude controlar. Mis moscas (nueve en total) vivieron entre tres y cinco días, la misma variabilidad que pude encontrar en la literatura que tenía a la mano.
He logrado imaginar con precisión, encuentros clandestinos entre Roberto (Naum) y Teresa.
Para lograrlo ha sido necesario recurrir a una tercera persona. Yo bien puedo trasponerme hasta el cuerpo de Naum, pero en solitario sólo podría imaginarlo teniendo una fantasía y como no es raro en mi, el verme obsesionado por la verosimilitud de mis experiencias, consideré que esta vez era necesario ir en busca de Pamela que me daría mayor exactitud. Pamela es una prostituta que trabaja de miércoles a sábado en una calle cercana a mi oficina. La veo cuando voy tarde. Asumo que su nombre real no es Pamela, así como tampoco el placer que finje sentir cuando está conmigo. No me importa, yo también miento.
Finjo ser un tal Carlos. Es éste el nombre que utilicé en la clandestinidad. Primero por que es un nombre común, entonces no sonaría raro finjir desconcierto si alguien me llamase por este nombre y responder con un certero -disculpe, pero me temo que me ha confundido con otra persona. (he ensayado mi cara al decirlo, aun no alcanzo una naturalidad creíble). Pero ante todo por Carlos Valverde, un ex compañero de universidad que hasta donde supe, era extremadamente correcto, extremadamente probo, extremadamente honesto, inmaculado. incluso su aspecto. Era alto, muy flaco, de cabellos rubios y ojos celestes con un rostro de buena persona que siempre llevaba una sonrisa amigable y al que no le haría hecho nada un poco de mala fama en su expediente.
Pamela me ha ayudado antes en otras fantasías que no siempre conllevan una relación sexual. Ella jamás pregunta mucho, solo obedece a mis instrucciones. A veces suelta una carcajada contenida que se apaga en seguida apenas nota la seriedad de mi expresión. Dudo que sus encuentros conmigo signifiquen un punto álgido en su carrera, pero le pago bien y siempre está disponible. Creo que en cierto modo se siente protegida y sabe que en realidad soy inofensivo.
Todo parte con un mensaje sugerente. No grosero, solo sugerente, de esos que se dejan a merced del receptor lo que quiera entender, pero que habiendo suficiente complicidad, siempre logran su objetivo. Hay suficiente complicidad entre ellos (Naum y Teresa) desde hace un tiempo. Pude percatarme en el último evento en el que los vi quedar solos en un mar de gente (entre los que estaba yo como testigo).
Luego acuerdan hora y lugar sin mucho detalle. No es ni la primera, ni la última vez que lo hacen.
Hay algo que puedo intuir de estos encuentros. A pesar de tener ambos una pareja estable, la motivación en ellos es en absoluto distinta.
Él piensa mas bien en que lo hace por que puede hacerlo, por que el cuerpo de Teresa, menudo y por sobre todo distinto al de su esposa, lo exita de sólo mirarlo. No la ama, solo la desea y ese deseo se apaga justo después de un orgasmo suyo, para volver a encenderse semanas o meses después. El deseo extinto da paso a la culpa y a la premura por terminar luego lo empezado. No hay besos, ni caricias, ni miradas dulces, ni suspiros.
Su voluntad se sitúa por encima de la de ella, (figuradamente claro) sin embargo la de ella corre con un precio mucho más alto.
Teresa, en cambio, esta enamorada de Naum desde la primera vez que se vieron. De su estampa, de su pulcritud, de su ser oculto. Su cuerpo no es como el de Mario, que en comparación es bastante menor. y sin embargo ella haría cualquier cosa que Naum le pidiese. Y en cada uno de sus encuentros, ella alberga la remota esperanza de que por fin él se atreva y le proponga dejar todo botado y huir juntos y empezar de cero en otro lugar (idealmente Irlanda del Norte). Para ella, esto (su aventura) es un amor cuasi perfecto, que solo falló en el que la vida los junto cuando ya ambos tenían compromisos con otras perdonas.
El ve y siente que eso la ilusiona, se siente asfixiado y quiere salir corriendo.
Ella se desilusiona al ver que las cosas no cambian y se promete en cada nueva vez que si será la última.
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