sábado, 7 de noviembre de 2015

Del escribir

Del escribir

Si algo heredé intacto de mi viejo, fue escribir con pluma. A pesar de que son contadas las ocasiones de usarla, siempre lleva consigo una de ellas. Recuerdo haberle acompañado al persa de niño en busca de estos pequeños tesoros. Por dos o tres pesos conseguía piezas antiguas, las que restauraba cuidadosamente. A los cincuenta ya había logrado una modesta colección que encantaba de hacer gala entre  familiares y amigos. Lo mágico de las plumas dice él, es que guardan cada palabra escrita y con ello cada momento de la historia en que han sido utilizadas. El metal en su punta se acostumbra con cada traza al peso de la propia mano y al cabo de unos años, si el uso fue constante, se logra domar y hacer de ella una extensión del pensamiento. Cuanto más tuya es una pluma, más fiel a tu sentir será lo que escribas y en mejor medida sabrá interpretar lo que quieres decir.

Una pluma no se presta, y si se presta no escribe, por que en ella hay historia que no es la propia de quien la pide. 

No es poco el mérito si se considera que soy zurdo. Y que mis dedos siempre pasaron por encima de lo escrito. Cuando se es zurdo uno tiene dos opciones. Inventar una propia forma de escribir o domar la que ya existe para que se deje utilizar. Yo opté por la segunda, para que  los demás me entendieran, pero a diferencia del resto de los de mi especie, reemplace la contorsion del brazo girando el papel hasta ponerlo de lado, con lo que varios siguen creyendo que es chino lo que escribo. Hoy mi letra no es de las más lindas ni mi ortografía tan perfecta, sin embargo y después de mucha escritura, he logrado domar algunas y escribir con la mano izquierda, cualquier cosa que se me ocurra.

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