Los D'Aguirre venían de un linaje de tercera generación cuyo bisabuelo tuvo un vecino que había llegado directo de España. Juan D'Aguirre, abuelo de Pablo, vivió un año en Jaén, al sur de Madrid, la misma localidad de donde venía vecino y durante ese año, logró quedar impregnado de todas las tradiciones culturales de ese país, que luego se preocupó de transmitir a las generaciones más jóvenes. A raíz de eso, Pablo veía sólo el fútbol español, celebró cada uno de sus cumpleaños en el estadio español, era miembro de la comunidad española y el año pasado hablo tres veces con el primo político en segundo grado que tiene en España. A pesar de eso, Pablo no conoció la localidad de Jaén sino hasta los veinte, durante unas vacaciones de dos semanas, en las que no pudo quedarse en casa de su primo Matias, por que ellos andaban fuera.
El segundo apellido del joven era Calfuqueo, pero en todos los documentos que transitaron por la empresa, solo figuró la inicial. A pesar de que en una parte de la familia de su madre, hubo ciertas tradiciones originarias bien arraigadas, su interés nunca estuvo puesto en este lado de sus raíces y como la situación económica en su casa siempre le permitió viajar fuera del país en vacaciones, aun no conocía Temuco ni a muchos de los primos por el lado materno que tenía en el sur.
Hoy durante el café, Ordoñez comento que se había organizado una despedida personal en el café de la vuelta, en nombre de la de Pablo, por que encontró que los ciencuentamil de la cuota eran un exceso. Yo tampoco quise asistir por el mismo motivo, sobre todo considerando que estamos a mitad de mes y a estas alturas ya no hay presupuesto para imprevistos de ese tipo.
De lo de Mariana en definitiva yo no sabía como actuar. Es cierto que había sido clara en pedirme tiempo, pero no especificó cuanto. Es lógico que a uno cuando le piden tiempo, se entiende que tiene que mantenerse al margen, pero eso era lo que yo venía haciendo todos estos meses y la verdad no me interesaba seguir cediendo terreno para que el argentino avanzara con su conquista.
El fin de semana estuve almorzando en lo de Lestat. El dijo que las cosas andaban mejor. La verdad yo creo que lo que andaba menor era su ánimo, porque la relación con Laura se vio tanto o más distante que las últimas veces. Lestat parece haber curtido su piel, oído y vista por que devolvió una mirada amorosa a cada mensaje de Laura que siempre llevo intrínseco un reclamo irónico para cada una de las objeciones que tenía a la vida de su actual esposo.
En un momento se me ocurrió meter la cuchara a cerca mi idea del consumo de alcohol. Yo que le tenía cierta distancia al licor, no por una cuestión moral ni religiosa, sino por que había empezado a beber pasados los veinticuatro y como tenía tan poca costumbre, cada copa me resultaba en una resaca espantosa al día siguiente, entendia perfecto el que la gente relacionara con pasarlo bien, pero me resultaba contradictorio considerar la resistencia al alcohol como un valor social admirable en una persona. Para mi una persona tomaba una cantidad de alcohol para sentir los efectos que este provoca sobre su personalidad, pero no deseaba llegar a un estado de ebriedad que lo hiciera perder el control sobre su cuerpo, ni menos padecer de resaca al día siguiente. A mi juicio, era preferible llegar a este estado de ebriedad leve, con una menor cantidad de alcohol, que necesitar ingerir grandes cantidades para lograr el mismo efecto, que por lo demás resultaba incluso más económico. Laura, que reclamaba que a raíz de su embarazo y lactancia, iba a tener que "comenzar de cero" en cultivar su resistencia, pensó q yo la estaba sometiendo a juicio moral y también lanzó reclamos irónicos dirigidos hacia mi, haciéndome ver como mojigato. Yo, que creo haber interpretado algo de la situación de la pareja, pregunté a mi amigo en forma muy solapada cuanto tiempo llevaban desde la última relación sexual. Lestat respondió con la misma discreción que cerca de noventa días, pero que la última fue casi un trámite y que antes de eso venía otro periodo de abstinencia producto del parto de su hija. así que en beneficio de mi integridad, no quise seguir discutiendo.
Hoy como el jefe no estaba, me toco recibir a un promotor de neumáticos que venía a ofrecer los productos de su empresa. No era primera vez que me tocaba reemplazar a Aguirre en esta tarea y como por lo general se trata de tipos que ganan comisión por sus ventas, estos llegaban a un nivel de insistencia que resultaba insidioso y desagradable. Hice esperar al promotor por largo rato, con la esperanza de agotar su paciencia y que siguiera su camino, pero nada de eso. Esperó pacientemente sentado en la oficina de Aguirre la hora y media que me demoré en aparecer. De lo que por cierto me arrepentí apenas apenas estuve en el lugar. Lejos del clásico "ejecutivo de ventas aguja" como les llamaba Lestat y que yo venía imaginando, el promotor era una chica rubia de ojos grandes y con una sonrisa tan angelical, que daban ganas de pedir el perdón de todos los pecados. Lo que me dejó más sorprendido no fue su belleza ni la maravillosa tecnología en caucho de los productos y servicios dé los que me comprometí en convencer a Don Sebastian de contratar, sino de lo insidioso que pude llegar a ser con una chica linda. Yo no solía ser muy galán, mis estrategias de conquista siempre fueron por el "camino largo" pero esta mañana yo mismo me sorprendí. Apenas entré y miré a la promotora, dije -supe que lleva largo rato esperándome, si hubiese sabido que era tan linda, habría venido antes. Ella iluminó la oficina con una sonrisa, luego y sorprendido de mi cancha, escuché algo embobado la exposición a cerca de sus productos para luego insistir en que anotara mi numero de teléfono personal, por cualquier eventualidad, a lo que ella por cortesía, accedió. Le conté a Lestat de mi osadía y acorde con él en que en una próxima oportunidad la atenderíamos juntos.
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