miércoles, 14 de octubre de 2015

Capítulo 13

Con Mariana aprovechamos ese regreso a casa para comentar todo tipo de pormenores sabrosos del evento, muchos de los cuales, por separado, alguno no fue capaz de captar, como de que el acompañante de Avilés, era un antiguo conocido de infancia mío, con fama de charlatán, o de que Lestat y Laura no se miraron en toda la noche.

Hacía meses que no hablábamos así y durante todo el trayecto agradecí cada hecho que confluyó para que ese momento ocurriera. La invitación de Pablo,  la negativa de Carol, el trencito de la Sra. Gina, la apuesta de Santini, el consejo de Roberto para comprar el suzuki,  incluso el que el evento fuese en Pirque, lo que me dio buen tiempo para mirar aunque fuese de reojo, esa sonrisa cómplice que acompañó cada uno de sus comentarios. 

Una vez fuera de su piso, una sutil lluvia terminó por hacer de ese momento, dentro del auto, algo que se acercaba tanto a la definición de romanticismo, que si los de la Real Academia hubiesen estado ahí esa noche, más de uno habría propuesto cambiar la definición por una descripción de ese momento.

Entonces, después de un breve silencio adornado por gotas de lluvia sobre el parabrisas, que aseguré apagando la radio,  me atreví justo después de un suspiro casi imperceptible y dije -creo que siento más cosas por ti de las que  creí sentir todo este tiempo.

Me transpiraron las manos, mis latidos se hicieron casi audibles y esa típica contricción entre estómago y abdomen se hizo sentir como pocas veces antes en mi vida.

Habría podido contar cada milésima de segundo que transcurrió entre mis palabras y  el primer gesto de su respuesta.

Yo creo que Mariana se esperaba algo así.  Ambos fuimos conscientes todos estos meses de que nos debíamos esta conversación,  sin embargo pude notar cuanto la incomode con mi comentario. Su sonrisa desapareció un momento y algo de prurito en sus brazos dio señas de lo tenso del momento.

Durante los siete segundos de silencio que siguieron, lamenté por instantes haber opacado los comentarios del viaje. Intente también adivinar su respuesta y me plantee para ello en varias situaciones posibles. En la primera de ellas, Mariana se torna indiferente y me devuelve con mirada compasiva la respuesta castradora que había coartado todas mis intenciones anteriores por hablarle.  En la segunda, que fue la que más  me gustó,  Mariana sonríe, suspira, me besa y sin decir más, me invita a subir. En la tercera Mariana se echa a llorar, baja del auto y corre, yo bajo también y corro tras ella hasta tomarle del brazo y ella me dice entre sollozos que esta enamorada de mi pero que lleva en su vientre un hijo de Santini,  suena novelesco pero había que ponerse en todos los casos.

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