jueves, 29 de octubre de 2015

Capítulo 17

El viernes por cuarta vez en la semana, me tope a Tania. Secretaria de una empresa de ventas telefónicas  ubicada en la misma galería donde quedaba Romano, Tania era la colorina más cotizada del sector. De unos cuarenta y cinco muy bien tenidos, no muy alta, a pesar de tres embarazos, mantenía, a punta de aeróbicos,  una figura que despertaba la envidia de muchas incluso menores que ella.

Gracias a Fernando Uribe,  un compañero del colegio de infancia, a quien le tuve mucho aprecio y del que no volví a saber, yo tenía cierta fijación por las colorinas.  El decía que como había pocas, era de buena suerte besarse con una. A Uribe le perdí la pista luego de que,  en sexto año, lo cambiaran de colegio después de un confuso incidente con un cura, que por cierto, también era colorin.  Su obsesión sin embargo, llevó  a que yo comenzara a fijarme en ellas, particularmente en las que tenían pecas,  que solían adornar pómulos y nariz. Tania no era excepción a la regla, además de unas sutiles manchitas muy bien  puestas en su dorso nasal, tenía también decorados hombros y espalda, que solía llevar descubiertos los días más tibios. Nuestra relación consistía en un coqueteo mutuo sin intercambio verbal cada vez que nos topabamos cerca del trabajo. Mariana también la conocía, pero no se llevaban.  Por algun motivo que nunca quizo aclarar,  jamás se miraron de muy buena manera.

En un lugar sobre poblado de hombres, la colorina era presa a diario de cientos de piropos mentales evidenciados por miradas poco discretas que muchas veces también incluyeron las mías. Esto a ella parecía encantarle y lejos de sentirse acosada, varias veces me pareció verla acentuar aún más el movimiento de sus caderas cuando caminaba y sonreír como si supiera perfecto cuántos y quiénes éramos los que la estábamos observando. 

Hoy por la tarde hubo reunión del sindicato. A mi me costaba un poco adherir a este tipo de instancias. En una jugada brillante, don Sebastian había autorizado las reuniones sindicales,  pero también daba la alternativa de irse a casa, lo que significaba en concreto una hora menos de trabajo y con ello, una competencia despiadada por el cuorum de las reuniones. Como resultado de lo anterior, el "trucha" Rodriguez,  que a causa del estrés en su rol como presidente de sindicato, había visto aumentar de manera preocupante el estrabismo divergente de su ojo derecho, escasamente lograba obtener cuorum suficiente como para que alguna de las demandas fuese escuchada por el directorio  y solía presidir escuálidas reuniones ante unos pocos y molestos transportistas , que para su mayor desgracia lo culpaban a él de no poder mejorar sus condiciones laborales. Rodriguez tenía cinco hijos, era camionero y llevaba quince años ganado odios en el sindicato. Con Lestat habíamos comenzado a pensar de que la sonrisa bajo el mostacho frondoso de Rodriguez era compulsiva y probablemente también derivada del estrés, porque con todo lo ingrato de su labor, resultaba muy difícil de entender como el tipo podía seguir levantándose y llegar cada mañana mostrando los dientes.

Esta vez con la colorina si hubo intercambio verbal. Escaso, pero lo hubo. Con Mariana la cosa no mostraba avances y así como se veía el panorama, concentrarme únicamente en eso, era tendencia clara hacia mi frustración inmediata.

Entonces, después de un retraso descarado en mi camino hacia la fila del almuerzo,  logré concertar una reunión casual mientras esperábamos y sin pensarlo mucho pronuncié la siguiente frase. -tu trabajas por acá ¿cierto?. Tengo claro que no fui para nada original en mi acercamiento. Llevábamos cerca de un año intercambiando miradas y además yo sabia perfecto que trabajaba en la oficina frente a la mía, que se llamaba Tania,  que era casada y que tenía tres hijos, pero dada mi poca experiencia en la cancha inmediata, no logre pensar en ninguna otra cosa. Para suerte mía y gracias a que el ambiente era repletado en ese momento por ruido de platos, vasos, cubiertos y gente, que deben ser de los ruidos más ensordecedores,  Tania no me escuchó y mi avanzada pasó inadvertida para ella. No así para Sagredo,  que frente a mi atrevido descaro, me lanzó  una de esas miradas con los ojos tan abiertos que cualquiera habria pensado en algun desorden tiroideo. Lástima no haber tenido una cámara a la mano.

El segundo intento no fue menos nefasto.  En los instantes  que duró una breve caminata con la bandeja,  se me ocurrió un abordaje mucho más frontal. Iría hasta su mesa, me sentaría al frente, la miraría a los ojos y le diría: -no he podido dejar de mirarte desde que te vi en la fila, ¿me puedo sentar contigo? Es claro que era igualmente deshonesto que el frustrado anterior intento, pero tenia más posibilidades de que resultara en una conversación más directa.  El plan no siguió el curso previsto. Una vez que estuve en el lugar y me acerqué a la mesa donde estaba sentada advertí que había tres puestos desocupados frente al suyo y aunque estuve tentado de una ofensiva un tanto más discreta que consistía en sentarme en uno de los puestos que la miraba en diagonal, me pare en frente y pregunté con una voz más temblorosa a la que había tenido en mi fantasía previa:      -¿está ocupado aquí? A lo que ella respondió concretamente  con  un -si. Era obvio que frente a una situación  así y con tal resguardar mi dignidad, yo tendría que haber dado vuelta la cara, hacer una muesca como que hubiese visto a alguien conocido e ir a sentarme en alguna mesa fuera del alcance de la vista de Tania, pero contrario a eso, tomé una de las sillas laterales al puesto consultado y antes de que me sentara, ella volvió a levantar la vista y dijo -disculpa, también ese. Derrotado y fuera de toda actitud lógica y ya casi sin hambre, me senté dos puestos más allá. Para mi sorpresa y una vez que,  desmoralizado y cabizbajo me disponía a comenzar con mi almuerzo, Tania tomó su bandeja, se corrió dos puestos hacia su izquierda, se sentó frente al mío y con su cara llena de risa, estiró su mano por sobre la mesa y dijo: -mucho gusto, Tania.

Era claro que la cotizada colorina tenía bastante más experiencia que yo en este tipo de asuntos y aunque me tomo por sorpresa fue un alivio a toda la tensión que venía acumulando los minutos previos.

Luego de un rato, ambos nos habíamos sincerado. Yo confesé que conocía su nombre, donde trabajaba y que sabía de su actual estado civil y de sus tres hijos. Ella me confió que si había escuchado el primer intento de hablarle en la fila y que a pesar de que estaba acostumbrada  a rechazar este tipo de abordajes, le había parecido tierno mi evidente nerviosismo al acercarme. 

De vuelta en la oficina le conté a Lestat de mi osadía no sin hacer los ajustes a la historia como para no quedar tan mal parado en mi fase de galán. Había detalles irrelevantes que no era necesario mencionar. Lestat, que para esas cosas resultaba ser un gran observador de la vida, me hizo ver varios detalles sobre mi última "conquista"

-Lo bueno de una mujer en su cuarta década es que se puede ir directo al grano. No tienes que regalar flores, invitar a comer ni prometer nada.

En efecto, yo creo que la colorina se daba cuenta de que lo que yo buscaba era sexo casual o una "aventura" que como término suena menos violento. No obstante igual me aconsejó utilizar frases protocolares como "me sorprende ponerme tan nervioso" a lo que ella probablemente respondería con un "es la primera vez que hago esto" o "por lo general no soy tan fácil".

El día que elegí para la aventura fue lunes que por lo general D'Aguirre no estaba, lo que me permitía llegar un poco más tarde de vuelta del almuerzo.

Para concertar la cita con Tania espere hasta las once. Sabía perfectamente desde las ocho, que era lo que quería escribirle. Un mensaje discreto pero directo, claro que a esa hora de la mañana habría parecido un tanto desesperado. -¿almorzamos juntos en un lugar más tranquilo?

Dude por largo rato en sí incluir o no al final de la frase, una de esas caritas con un guiño que se usan ahora en los mensajes de texto, que habría reforzado en su justa medida el mensaje implícito de que mi idea de almorzar estaba lejos del concepto de alimentarse, pero finalmente la omiti pensando en que podría haberlo encontrardo demasiado infantil. 

Mensaje enviado. A las once treinta y cinco, un sobre blanco con el membrete de la firma sobre mi escritorio. Yo no me consideraba un tipo desafortunado pero me sorprendía de como a veces las coincidencias podían ocurrir organizadamente de una manera tan desconcertante. Claramente el sobre blanco no contenía la respuesta de la colorina después de treinta minutos de espera. Esta vez a pesar de que había membrete, supe perfecto de que se trataba. Papel engomado, dos palabras en su cara libre entre signos de pregunta. ¿Almorzamos juntos?

Anexo 4

Casi seis días sin escribir. Esto de ser marxista de tanto en tanto pasa la cuenta. Los personajes se fueron a paro.
Mariana aun reclama su viaje. Ordoñez sigue disconforme con su imagen. Martin dice que lo tengo en ascuas con su situación amorosa y que no entiende porqué sigo insistiendo en alargar la historia, que estoy cayendo en el mismo jueguito de las series de tv cuando les va bien (salvo que a esto, todavía no le va)

Todos, incluido Santini que jamás se había aparecido por una reunión de pauta, se oponen a que vuelva a dar mi opinión personal, como todos los años, a cerca de las fiestas copiadas, que está vez vendría siendo a través de la novela.

El único que llegó radiante fue Sagredo que dice que jamás imaginó que iba a tener tanto protagonismo en la historia. 

Mariana vino con una amiga, que insistió largo rato para ser incluida. Cuarentona pero bastante bien conservada. Vamos a ver que resulta. Martin se dio el lujo de mirarla detenidamente mientras insistía.

lunes, 26 de octubre de 2015

Leviatán

Filmada en un pequeño pueblo costero al norte de Rusia contemporánea, la película narra desde la cotidianidad, como ciertos elementos de la sociedad  han confabulado para transformar en una desgracia, la tranquila vida de Kolya,  un mecánico de clase media, quien junto a su familia, habita una de las regiones más frías del planeta y  en donde la tranquilidad y la calma, aparecen por momentos como las únicas protagonistas.

A pesar de que hasta la mitad,  la cinta puede  percibese  algo lenta y distante, sobre todo para quienes no estamos familiarizados con el contexto sociocultural de la vida en esa parte del mundo,  el director Andrey Zvyagintsev concluye de manera brillante al mostrar en forma implícita como la política corrupta y el tráfico de influencias han jugado un rol principal en la desgracia de Kolya y de como la iglesia protege y ampara ésta corrupción en la sociedad, lo que termina por hacer de la historia algo mucho más cercana de lo que se percibe en sus primer tercio. Destacan actuaciones excelentes y muy buena  fotografía. El filme es ante todo realista y pese a mostrar una sociedad tan distante, termina por provocar un sentimiento profundamente familiar de este otro lado del mundo.

sábado, 24 de octubre de 2015

Capítulo 16

Ayer Pablo llegó diciendo que nunca pensó que el matrimonio era tan difícil y que la Ignacia, desde que se casaron, lo tiene cortito,  como si el casarse le hubiese dado cierto sentido de propiedad sobre su persona, que ahora tiene que dar razones si llega más tarde o más temprano, que ya no es dueño de su propia economía y que tiene que repartir su tiempo libre entre visitar a sus padres o a los de ella.

Sin contar las dos semanas en Punta Cana,  Pablo llevaba casi dos meses casado con la Ignacia, pero me dijo que se le habían hecho cómo dos años y que  antes de hacer "vida de casado", se sentía mucho más libre. Yo, que igual presté atención a su relato, por ser este un tema que siempre me ha interesado, no terminaba de entender como un simple trámite podía cambiar tanto la dinámica de una pareja como la que formaban Pablo y la arquitecto. 

Ramiro Santini llegó preocupadisimo por habernos dejado plantados el domingo en la parada gay.  A Mariana en realidad. Hoy a primera hora me preguntó si es que a la chica le gustaban los peluches. Con Mariana tuvimos un par de conversaciones a cerca de lo pasados de moda e inútiles que estaban hoy ese tipo de regalos. No por nada habían desaparecido tiendas como Village,  otrora infalibles a la hora de conquistar. Y para que hablar de esos incómodos regalos de primer, segundo o tercer mes de pololeo, de los que, por tener un valor sentimental uno no podía deshacerse, pero que resultaban en una de las formas más inútiles de ocupar el espacio. O de los que algunos entusiastas aficionados a la decoración de interiores, colocaban amorosamente detrás del vidrio trasero de un auto o sobre el tablero de un taxi. En fin,  ejemplos había muchos. Yo no se si en la Argentina se usaba o si al tipo le trajo antes buenos resultados y a pesar de que sabía perfecto como pensaba Mariana a cerca de ese tipo de regalos, me pareció tan bajo el que hubiese dejado plantado a Sagredo después de que el viernes celebrará casi exageradamente su invitación, que le respondí que si, que ojala fuera grande y tuviese algún corazón con un mensaje, que con eso se iba a la segura. Creo que exagere la nota, por suerte no me hizo caso.

A Sagredo otra vez se le subieron los humos. Hoy intentó hacer que nos comprometieramos para participar en un evento contra la eliminación de la plaga de palomas en plaza de armas, bajo el lema "salva tu paloma". Así tal como suena.  Como si uno no tuviera nada más de que preocuparse. Lestat, que para estás cosas no escatima en creatividad, le pregunto si es que estaría presente "el palomo" que era un personaje de la farándula local, con quien la vida últimamente había sido algo más ingrata. Dijo que el muchacho era un ejemplo de superación para todas las palomas, y que si él fue capaz de comenzar de nuevo, era lo que tenia que hacer cada paloma discriminada. Por absurdo que parezca, el odio xenofobico a las palomas fue tema de conversación durante toda la mañana en Romano. Y a mí, que me parecía en una cuestión tan poco relevante terminé igual dando mi punto de vista. Sin pretender caer en absoluto en una comparación desdeñosa, al igual que con los inmigrantes peruanos, yo creía que los fenómenos xenofobicos se fundaban netamente en una cuestión de cantidad. Si la paloma hubiese sido una sola y especie en extinción, seria admirada y cuidada por todos y nadie hablaría de sus características negativas.
Mi tesis se planteaba en que si los inmigrantes hubiesen sido ucranianos,  en igual número, nos sentiríamos invadidos de la misma forma en que nos sentimos invadidos por nuestros vecinos o por las palomas. Ordoñez a quien siempre le han fascinado las rubias, se imaginó el cambio y me discutió obstinadamente toda la mañana,  de que habría sido muy distinto.

A mi padre nunca lo vi mucho. Siempre supe que estaba trabajando. De la generación del cuarentaidos, parece ser que, lo que él aprendió de niño, era que el hombre tenía un rol de proveedor puro en la familia. Producto de ésto trabajó cuanto pudo. Doble jornada, horario extendido, sábados, incluso turnos de guardia. Yo desde niño jamás entendí muy bien cual era la urgencia por terminar de construir edificios si ya había tantos. Podía entender que en un hospital, el horario de atención fuese continuado o de que en una comisaría, carabineros hiciesen turnos con tal de que jamás se interrumpiese su servicio, pero nunca vi muy clara la razón para que mi padre dedicara tantas horas de su vigilia al trabajo. Un domingo nos llevó orgulloso a providencia, a mirar un edificio del que había participado en su construcción. Yo que tenía cinco años y que en ese entonces lo veía como un verdadero héroe, le pregunté si ahora que estaba terminado, nos mudariamos a vivir ahí, él rió con resignación y dijo que, ni con todo el dinero que había ganado en su vida, podría juntar lo que valía uno sólo de esos departamentos.  Gracias a su esfuerzo a mi hermana y a mi nunca nos faltó nada más que un padre mas presente.

lunes, 19 de octubre de 2015

Capítulo 15

Allá Abajo

( Capítulo 15 )

Si es que tenía alguna ventaja respecto a Ramiro Santini,  era lo que conocía a la chica. Cinco años eran cinco años, y a pesar de ser sólo amistad privilegiada,  hasta ese entonces Mariana era sin duda con la persona que más había conversado en mi vida. 

A pesar de la baja tasa de éxito que históricamente tuvo el método, esta tarde, volví a poner un sobre blanco encima del escritorio de Mariana. Esta vez, eso si, lo hice entre otros muchos otros papeles del trabajo y en su interior no había papel engomado ni mensaje escrito, sino un Manichoc, que es una versión económica y mantecosa de los Tifany's,  pero que a ella le encantan.

A pesar de no ser un chocolate de lo más  refinado, el Manichoc no es una golosina que se encuentre en cualquier parte, y tal como un "Bozzo" o un "La Fete", había que recurrir a ciertos lugares específicos para conseguirlos. Uno de ellos y al que acompañé a Mariana en más de una oportunidad, eran las galerías de la calle  Rosas. A mi me parecía interesante cómo galerías o calles de este tipo, que agrupan un buen número de tiendas, todas exactamente del mismo rubro,  resultaban en una de las pocas formas  del comercio, que se resistía a ser devorado por los grandes centros comerciales. Por antiguas que fuesen, las tiendas de este tipo especializado, tenían la virtud de ofrecer productos que difícilmente podían encontrarse en las grandes cadenas y en ellas eran típicos los nombres como "la casa de la goma"  o "el castillo del alfiler de gancho", incluso los puestos de refrescos, que solían aliviar el calor en las compras de verano se autoproclamaban como "reyes" del mote con  huesillos. Ahí cada locatario era dueño de su propia historia. Ahí  difícilmente había colusion, la competencia garantizaba el mejor producto al mejor precio y la mejor atención.

No tenía idea que Mariana adhiriera a la causa por la liberación homosexual. El martes Sagredo llegó muy entusiasmado con participar de una marcha que organiza un movimiento de éste tipo en Chile. Se preocupó de tener una sentida conversación con cada uno de sus más cercanos, dentro de los que, por cierto, me incluyó,  para hacernos partícipes de su causa y solicitarnos sentidamente nuestra participación en la marcha el  domingo. Yo jamás tuve un atisbo de pensamiento homofobico,  pero eso distaba mucho de llegar a caminar por la calle con vanderas multicolores gritando consignas por la libertad de género.  Mariana, a quien conozco desde hace años y que nunca le había escuchado una vocación de apoyo a las minorías sexuales, se mostró como la más entusiasmada y por supuesto Santini, que últimamente anda como mosca en la fruta con la chica, aseguró su participación en el evento. Sagredo, que tampoco tiene un pelo de tonto, usó todo esto en beneficio propio y me hizo ver que si no participaba, me arriesgaba a que el argentino ganara terreno y quedara además cómo un tipo moderno y abierto de mente.

A mi me parecía insólito como hace pocos meses, con Lestat le hacíamos el quite a este tipo para no conversar con él de regreso a casa y ahora no sólo le teníamos simpatía sino que además nos tenía pensando en apoyar su causa. Por otro lado, yo no sabía si Mariana tenía real interés en la marcha o se trataba de un juego para saber hasta que punto éramos capaces de seguirle.  Por el motivo que fuere, pensé en que todo tiene un límite y no estaba dispuesto a hacerme parte de una causa que no me comprometía ni menos si implicaba el riesgo a que alguien me viera y tener que dar explicaciones.

La marcha estuvo tranquila. Termine por convencer a Lestat de que lo mejor que se podía hacer por nuestra imagen de hombres heterosexuales era mostrarnos abiertos y comprensivos con las minorías. El estuvo de acuerdo y tal como sugirió Sagredo, ambos estuvimos de camiseta blanca esa mañana en la plaza Italia. Santini no llegó y con Mariana y mi amigo tuvimos la oportunidad de comentar cada extravagancia que se nos cruzó por delante, que para el caso no fueron pocas. Y por extraño que parezca y lejos de lo que había imaginado,  me sentí cómodo ese día. Esa marcha, inspirada en el reconocimiento de los derechos de  las minorías, a pesar de ser en sí un reclamo, tuvo algo que las otras no. Estaba lleno de personas en su ambiente, estaba lleno de personas siendo felices.

A diferencia de veces anteriores en las que utilicé la táctica del sobre blanco encima del escritorio, esta vez no me quedé esperando una reacción. Deje el sobre entre otras cosas cerca de la hora de salida y apenas el reloj nos dejó deslizar la tarjeta en la maquina, tome mis cosas y salí tranquilo. A la mañana siguiente obtuve mi respuesta. Un sobre blanco clásico, de veite por quince y sin membrete.  En su interior, otro papel engomado amarillo claro, de los medianos, con una palabra escrita en una de sus caras útiles. "Gracias". Aúnque no podría asegurarlo,  también me pareció ver un corazón en lugar del punto de la i, tan típico de Mariana.

viernes, 16 de octubre de 2015

Capítulo 14

Los D'Aguirre venían de un linaje de tercera generación cuyo bisabuelo tuvo un vecino que había llegado directo de España. Juan D'Aguirre, abuelo de Pablo, vivió un año en Jaén, al sur de Madrid,  la misma localidad de donde venía vecino y durante ese año, logró quedar impregnado de todas las tradiciones culturales de ese país, que luego se preocupó de transmitir a las generaciones más jóvenes. A raíz de eso, Pablo veía sólo el fútbol español,  celebró cada uno de sus cumpleaños en el estadio español, era miembro de la comunidad española y el año pasado hablo tres veces con el primo político en segundo grado que tiene en España.  A pesar de eso, Pablo no conoció la localidad de Jaén sino hasta los veinte,  durante unas vacaciones de dos semanas, en las que no pudo quedarse en casa de su primo Matias, por que ellos andaban fuera.

El segundo apellido del joven era Calfuqueo, pero en todos los documentos que transitaron por la empresa, solo figuró la inicial. A pesar de que en una parte de la familia de su madre, hubo ciertas tradiciones originarias bien arraigadas, su interés nunca estuvo puesto en este lado de sus raíces y como la situación económica en su casa siempre le permitió viajar fuera del país en vacaciones, aun no conocía Temuco ni a muchos de los primos por el lado materno que tenía en el sur.

Hoy durante el café, Ordoñez  comento que se había organizado una despedida personal en el café de la vuelta, en nombre de la de Pablo, por que encontró que los ciencuentamil de la cuota eran un exceso. Yo tampoco quise asistir por el mismo motivo, sobre todo considerando que estamos a mitad de mes y a estas alturas ya no hay presupuesto para imprevistos de ese tipo.

De lo de Mariana en definitiva yo no sabía como actuar. Es cierto que había sido clara en pedirme tiempo, pero no especificó cuanto. Es lógico que a uno cuando le piden tiempo, se entiende que tiene que mantenerse al margen, pero eso era lo que yo venía haciendo todos estos meses y la verdad no me interesaba seguir cediendo terreno para que el argentino avanzara con su conquista.

El fin de semana estuve almorzando en lo de Lestat. El dijo que las cosas andaban mejor. La verdad yo creo que lo que andaba menor era su ánimo,  porque la relación con Laura se vio tanto o más distante que las últimas veces. Lestat parece haber curtido su piel,  oído y vista por que devolvió una mirada amorosa a cada mensaje de Laura que siempre llevo intrínseco un reclamo irónico para cada una de las objeciones que tenía a la vida de su actual esposo.

En un momento se me ocurrió meter la cuchara a cerca mi idea del consumo de alcohol. Yo que le tenía cierta distancia al licor, no por una cuestión moral ni religiosa, sino por que había empezado a beber pasados los veinticuatro y como tenía tan poca costumbre, cada copa me resultaba en una resaca espantosa al día siguiente,  entendia perfecto el que la gente relacionara con pasarlo bien, pero me resultaba contradictorio considerar la resistencia al alcohol como un valor social admirable en una persona. Para mi una persona tomaba una cantidad de alcohol para sentir los efectos que este provoca sobre su personalidad, pero no deseaba llegar a un estado de ebriedad que lo hiciera perder el control sobre su cuerpo, ni menos padecer de resaca al día siguiente. A mi juicio, era preferible llegar a este estado de ebriedad leve, con una menor cantidad de alcohol, que necesitar ingerir grandes cantidades para lograr el mismo efecto, que por lo demás resultaba incluso más económico.  Laura, que reclamaba que a raíz de su embarazo y lactancia, iba a tener que "comenzar de cero" en cultivar su resistencia, pensó q yo la estaba sometiendo a juicio moral y también lanzó reclamos irónicos dirigidos hacia mi, haciéndome ver como mojigato.  Yo, que creo haber interpretado algo de la situación de la pareja, pregunté a mi amigo en forma muy solapada cuanto tiempo llevaban desde la última relación sexual. Lestat respondió con la misma discreción que cerca de noventa días, pero que la última fue casi un trámite y que antes de eso venía otro periodo de abstinencia producto del parto de su hija. así que en beneficio de mi integridad, no quise seguir discutiendo.

Hoy como el jefe no estaba, me toco recibir a un promotor de neumáticos que venía a ofrecer los productos de su empresa. No era primera vez que me tocaba reemplazar a Aguirre en esta tarea y como por lo general se trata de tipos que ganan comisión por sus ventas, estos llegaban a un nivel de insistencia que resultaba insidioso y desagradable. Hice esperar al promotor por largo rato, con la esperanza de agotar su paciencia y que siguiera su camino, pero nada de eso. Esperó pacientemente sentado en la oficina de Aguirre la hora y media que me demoré en aparecer. De lo que por cierto me arrepentí apenas apenas estuve en el  lugar. Lejos del clásico "ejecutivo de ventas aguja" como les llamaba Lestat y que yo venía imaginando, el promotor era una chica rubia de ojos grandes y con una sonrisa tan angelical, que daban ganas de pedir el perdón de todos los pecados. Lo que me dejó más sorprendido no fue su belleza ni la maravillosa tecnología en caucho de los productos y servicios dé los que me comprometí en convencer a Don Sebastian de contratar, sino de lo insidioso que pude llegar a ser con una chica linda. Yo no solía ser muy galán, mis estrategias de conquista siempre fueron por el  "camino largo" pero esta mañana yo mismo me sorprendí.  Apenas entré y miré a la promotora, dije -supe que lleva largo rato esperándome, si hubiese sabido que era tan linda, habría venido antes. Ella iluminó la oficina con una sonrisa, luego y sorprendido de mi cancha, escuché algo embobado la exposición a cerca de sus productos para luego insistir en que anotara mi numero de teléfono personal, por cualquier eventualidad, a lo que ella por cortesía, accedió. Le conté a Lestat de mi osadía y acorde con él en que  en una próxima oportunidad la atenderíamos juntos.

 

miércoles, 14 de octubre de 2015

Capítulo 13

Con Mariana aprovechamos ese regreso a casa para comentar todo tipo de pormenores sabrosos del evento, muchos de los cuales, por separado, alguno no fue capaz de captar, como de que el acompañante de Avilés, era un antiguo conocido de infancia mío, con fama de charlatán, o de que Lestat y Laura no se miraron en toda la noche.

Hacía meses que no hablábamos así y durante todo el trayecto agradecí cada hecho que confluyó para que ese momento ocurriera. La invitación de Pablo,  la negativa de Carol, el trencito de la Sra. Gina, la apuesta de Santini, el consejo de Roberto para comprar el suzuki,  incluso el que el evento fuese en Pirque, lo que me dio buen tiempo para mirar aunque fuese de reojo, esa sonrisa cómplice que acompañó cada uno de sus comentarios. 

Una vez fuera de su piso, una sutil lluvia terminó por hacer de ese momento, dentro del auto, algo que se acercaba tanto a la definición de romanticismo, que si los de la Real Academia hubiesen estado ahí esa noche, más de uno habría propuesto cambiar la definición por una descripción de ese momento.

Entonces, después de un breve silencio adornado por gotas de lluvia sobre el parabrisas, que aseguré apagando la radio,  me atreví justo después de un suspiro casi imperceptible y dije -creo que siento más cosas por ti de las que  creí sentir todo este tiempo.

Me transpiraron las manos, mis latidos se hicieron casi audibles y esa típica contricción entre estómago y abdomen se hizo sentir como pocas veces antes en mi vida.

Habría podido contar cada milésima de segundo que transcurrió entre mis palabras y  el primer gesto de su respuesta.

Yo creo que Mariana se esperaba algo así.  Ambos fuimos conscientes todos estos meses de que nos debíamos esta conversación,  sin embargo pude notar cuanto la incomode con mi comentario. Su sonrisa desapareció un momento y algo de prurito en sus brazos dio señas de lo tenso del momento.

Durante los siete segundos de silencio que siguieron, lamenté por instantes haber opacado los comentarios del viaje. Intente también adivinar su respuesta y me plantee para ello en varias situaciones posibles. En la primera de ellas, Mariana se torna indiferente y me devuelve con mirada compasiva la respuesta castradora que había coartado todas mis intenciones anteriores por hablarle.  En la segunda, que fue la que más  me gustó,  Mariana sonríe, suspira, me besa y sin decir más, me invita a subir. En la tercera Mariana se echa a llorar, baja del auto y corre, yo bajo también y corro tras ella hasta tomarle del brazo y ella me dice entre sollozos que esta enamorada de mi pero que lleva en su vientre un hijo de Santini,  suena novelesco pero había que ponerse en todos los casos.

martes, 13 de octubre de 2015

Capítulo 12

Allá abajo

( Capítulo 12 )

Siempre me llamó la atención, como los eventos matrimoniales cuyo precio podía variar ampliamente, podían resultar en algo prácticamente igual uno del otro. Yo venía de una edad en la que casi la totalidad de mis ex compañeros de colegio se casaron y por haber mantenido contacto estrecho con algunos de ellos, y sumando primos y gente del trabajo, tuve una racha de matrimonios de unos veinte al año, por varios años. 

El de Pablo D'Aguirre no fue tan distinto tampoco. Ceremonia bien apurada, cóctel,  discurso, brindis, cena, vals,  liga, ramo, presentación con fotos, barra libre, cotillón y baile. Todo en un riguroso orden y similitud.

No podría quejarme si. A la mayoría de ellos asistí con Mariana y de ninguno podría decir que lo pase mal. Solíamos hacer competencia de quien aparecía en más fotos, y aún cuando ninguno de los dos creía mucho en el matrimonio,  éramos férreos competidores por la liga o el ramo. Según mi hermana, toda mujer, aunque no lo admita, desea casarse algún día. Yo creo que Mariana como para muchas cosas, era la excepción a la regla.  Al igual que yo, pensaba que era mera formalidad sin ninguna garantía de nada.

Ese matrimonio, para mi si tuvo algo distinto, mi acompañante no fue Mariana. A pesar del consejo de Sagredo de que mi dama de compañía  hubiese sido Carol,  una neumonia de su chiquitito coartó lo que podría haberse convertido en una buena oportunidad para despertar sus celos y tuve que asistir sólo. 

Si hay un instante en la vida, en que el realismo mágico femenino conquista a la subjetividad concreta del hombre y le permite ver una dimensión distinta de la realidad, debe ser cuando se convence al marido de que lo mejor que puede hacer para rejuvenecer su aspecto, es dejar que le tiñan el pelo.  Instancia similar y que, al igual que la anterior, dificilmemte pasa desapercibida, es cuando lo convencen de usar zapatos con taco interior. Bueno, Sebastian D'Aguirre a consejo de su señora esposa, el día del matrimonio,  aunque cueste creerlo, reunió las dos.

Otra particularidad que también me resultaba común en los eventos de este tipo, y que me costaba entender, y que tampoco estuvo ausente, son los espectáculos artísticos que tienen como protagonistas a los novios. Si el pastelero debía dedicarse a los pasteles, el escultor a las esculturas o el peluquero a cortar el pelo, ¿por que Pablo D'Aguirre,  que era ingeniero comercial y la Ignacita recién egresada de arquitectura, tenían que transformarse en bailarines esa noche? Este tipo de cosas eran de las que más disfrutábamos de comentar con Mariana. No precisamente por la belleza artística del espectáculo, sino por lo insólito y alejado que podía llegar a estar del sentido real de la celebración.

No todo fue tan malo. Al momento del baile hice mi dupla con la sra Gina, que era la otra que andaba soltera y que feliz accedió a practicar sus pasos conmigo.  Con Mariana teníamos un movimiento táctico que nos protegía a ambos. Cuando la pista era  muy estrecha y los codazos no nos permitían realizar nuestros movimientos favoritos, cambiabamos de lugar a una seña táctica acordada previamente. Una vez cambiados los lugares, repartimos codazos y pisotones a quien nos estuviera presionando y cuando la víctima estuviese lo suficientemente irritada, volvíamos a cambiar de lugar a la señal.  De esa manera lograbamos que nadie nos molestara mucho bailando. Lo teníamos tan integrado que el intercambio salía prácticamente espontáneo.

Una vez en la pista, con la sra Gina yo quise efectuar el cambio de lado, pero por más señas que proporcione,  mi compañera en ese momento nunca entendió bien mis intenciones y en virtud de que había sido presa ya de varios codazos y pisotones, tuve que caminar bailando hasta posicionarme tras ella y justo cuando la tenía tomada de la cintura para girarla hacia mi, el resto de la pista interpretó equivocado y de la nada se formó un trencito que recorrió tres vueltas completas incluyendo novios y padrinos, con la señora Gina al frente y yo como maquinista, que con tal meritorio acto, quedé fichado como alma de la fiesta.

Después de eso y como era lógico, salí posando en varias de las fotos familiares y dos jovencitas primas de la familia de la novia me acompañaron en la pista el resto de la noche.

Para el final del evento, Ramiro Santini, que presa de la barra libre y  de una apuesta con los amigos de Pablo en el nombre de Argentina, iba ya por su noveno vaso de vodka golpeado, no estuvo en condiciones de ponerse de pie cuando prendieron las luces y Mariana, que al igual que yo, había tomado por falta de costumbre cierta distancia al alcohol, accedió a irse conmigo en el suzuki verde agua.

sábado, 10 de octubre de 2015

Capítulo 11

Hoy mi buen Lestat me contó de sus desventuras. Me sentí un pésimo mejor amigo por venir recién enterandome de todo lo que le venía pasando ya desde hacía unos seis meses.  Desde que nació la Antonia,  su esposa Laura había dejado de ser esposa, para ser madre y había dejado también de ser mujer para ser madre. -antes me esperaban con comida caliente Martin, ahora tengo suerte si encuentro algún vestigio de días anteriores congelado en la nevera. Pese a lo complejo de su situación, mi buen amigo difícilmente perdía el humor y lejos de transformarme en su pañuelo de lágrimas esa tarde, el viaje estuvo regado de expresiones como  "ver el ojo a la papa" o de "el agua cortada" que no hacían más que esbozarme sonrisas a lo que él respondía con cómplices "no te rías, si es dramático"

Tratándose de que no era la primera crísis por la que atravesaba su matrimonio, a pesar de que sin duda, era esta la más grave, resultaba comprensible que mi amigo incurriera en aficiones como espiar a compañeras de trabajo y cosas por el estilo. A ratos pensé que le habría quedado a él mejor que a mi la historia con Carol, por último sólo conocerla y coquetear para sentirse vigente.

Carol resultó en ser una gran confidente. Esta semana y las dos anteriores volvimos a juntarnos en mi casa  y en un motel que quedaba  de vuelta de su trabajo. Yo le contaba de mis problemas y  desamores con Mariana, ella me escuchaba atenta y me daba uno que otro consejo. Luego era su turno de hablar, yo también escuchaba y le daba mi opinión con franqueza.  Después nos nos hacíamos el amor como quien regala un poco de placer con cariño desinteresado. Durante cinco años creí haber tenido tal cosa con Mariana, pero ahora que tenía donde comparar, sin desmerecer la amistad que estaba formando con la linda Carol, me daba cuenta de que mi historia anterior era mucho más que eso.

Lamenté varias veces que  Carol no me hubiese gustado más. Era una persona de sentimientos transparentes y puros con quien la vida había sido bastante más ingrata que conmigo. Le había tocado desde temprana edad hacerse cargo de si misma, de dos hermanos menores, uno con cierto grado de deficiencia mental, un padre alcohólico y una madre sobrepasada. Hace poco había sido madre y del papá de Tomás no se sabía nada desde el tercer mes de su embarazo. Era una persona buena y se merecía a alguien que de verdad se la jugara por construir algo sólido con ella.

Papel en blanco, lápiz azul y buena luz. Aún cuando yo lo hubiese puesto todo ahí, era obvio que debía ser una señal clara que orientaba mi próximo paso en mi vida.

Santiago, 11 de Octubre de 2015

Querida Mariana...

Tal vez lo de la fecha resultaba demasiado formal, y lo de querida me hacía parecer como de carta antigua, estaba claro que yo la quería y mucho, de hecho era lo que me motivaba a escribirle pero no supe si precisaba partir por ahí.

Oct. 15

Mariana...

Decidí mantener la fecha pero en un formato mucho más moderno

Cómo quisiera decirte...

Aún cuando la idea de una carta, que por cierto, tampoco fue mía sino de Carol, me pareció excelente, me fue imposible redactar algo demasiado distinto a la letra de la canción de "Los Angeles Negros" que había elegido para ambientar ese momento y la carta, que no vale la pena transcribir acá, quedo tan similar a la canción que decidí cambiar mi táctica.

Mi hermana sigue insistiendo en cambiar  mi estado civil al precio que sea. El martes tuve que hablar con ella por que esto ha comenzado a tornarse ofensivo.  Me cuesta entender como ella, siendo mi hermana insiste en verme emparejado y creer que me esta haciendo un favor presentandome con alguien a quien incluso ella no aprobaría como su cuñada. El fin de semana pasado, después de que tuviéramos una conversación en la que yo le contara lo de Mariana, insistió largo rato en que saliéramos los cuatro con su cuñada. El problema era que Cintia, la hermana de Roberto, de quien yo no había escuchado más que pésimas referencias desde que mi hermana la conocía, ahora tenía tres hijos de dos padres distintos y estaba recién separada por lo que a juicio de cualquiera era pésimo partido.

Lo malo de echar a correr rumores, es que uno luego tiene que hacerse cargo. Resultó que los días que siguieron a ese lunes, Sebastian D'Aguirre se dedicó a difundir, o bueno, se lo contó a la sra Gina que para los efectos habría sido lo mismo que darlo por las noticias, lo de las preferencias sexuales de Santini, y Sagredo, que luego del incidente del tren, se había venido sintiendo en su mejor momento, había empezado a mirar de otra forma al argentino. Una vez que logré convencerle de que había sido un invento mío para ocultar una supuesta relación con Mariana,  Sagredo añadió,  -pero como, ¿Mariana no andaba contigo? Eso varios lo sabíamos. Y sorprendido por que lo supiera, tuve que ponerlo al tanto de la historia. Una vez terminado mi relato, añadió a modo de consejo - yo creo Martin que deberías ir con esa otra chica con la que sales, al matrimonio de don Pablo,  por lo que sé,  tanto Santini como la Mariana están invitados y planean ir juntos. Yo lo supe porque hice mis averiguaciones pensando en que podría  haber ido yo con él.

martes, 6 de octubre de 2015

Capítulo 10

Allá abajo

( Capítulo 10 )

Don Sebastian se acercó hasta mi escritorio esta mañana. Me dijo que si yo había notado que Santini y Mariana tenían algo. Que los había visto llegar juntos varias veces. - y tu sabes Martin, lo que opinan en el directorio de las relaciones entre funcionarios.  Es curioso como Sebastian D'Aguirre habla de "el directorio" para referirse a si mismo, por que hasta aquí, los españoles, que desde hace un tiempo son dueños de la empresa, no se han molestado en aparecer más que a través de la contraloría que hace Santini. A pesar de que el comentario en ese momento me cayó como puñalada en los testículos y que yo podría haber puesto palos a la hoguera, para que cambiaran al contralor por malas prácticas,  habría sido una jugada sucia y poco caballerosa.  Entonces dije al directorio,   -pierda cuidado don Sebastian, a Ramiro Santini le gustan los hombres, para mi que con Alvarez no son más que buenos amigos. Creo que estuve bien. 

El pelmazo de Pablo D'Aguirre se compró bicicleta hace una semana y viene insistiendo desde hace dos en que salgamos a pedalear juntos. -oye Alday, me quiero comprar una bici por que estoy muy guatón para el matrimonio. -oye Alday, el directorio dijo que tu podías saber. -oye Alday,  ¿conoces alguna marca de bicicleta que sea buena y no tan cara?         -Alday, la bici. -listo Alday,  me la compré,  me la entregan el martes. Si Pablo supiera la cantidad de veces al día que yo lo insulto en silencio, probablemente no insistiría tanto en que fuesemos amigos. Pero bueno, la insistencia fue tal, que el domingo siguiente salimos a pedalear. Le propuse ir al cerro San Cristobal.  Solíamos hacer ese paseo con Mariana. Aunque no es la originalidad misma, a ella le gustaba por que  decía que en cualquier momento te rebasa una gordita de esas que parecen venir saliendo de una cámara hiperbarica,  y eso la motivaba.  Yo le discutía que, el cerro se llena de tipos sin ningún estado físico pero con equipo como para correr el tour de Francia. Me resulta particularmente curioso como el chileno promedio se esfuerza en construir, con ponchera y todo, una imagen de "tipo pro" para los deportes. Tiempo atrás leí un cuento breve a cerca de un par de "guatones" de esos que usan camisetas de clubes y lentes deportivos que grafica perfecto esta idea, lástima no acordarme del título o del autor.

Resultó que Pablo era uno de esos tipos. Entre lentes, casco, malla y bici, tenía fácil unos tres millones de pesos, ni por asomo cercano a los cincuenta mil que pague en el persa por la mía, después de un audaz regateo de Mariana en mi favor. Según confesó Pablo, cuando ya íbamos caminando luego de unos doscientos metros de subida, hacía como quince años que no tomaba una bicicleta, así que por muy poco que pese la fibra de carbono y lo mucho que ayude a la aerodinámica la tela con escamas de la malla, pudimos cubrir sólo las tres cuartas partes del cerro, caminando y en el transcurso nos rebasaron cerca de veite gorditas hiperbaricas. 

Debo confesar que el paseo me sirvió  para distraer mi cabeza de Mariana.

Ayer Carla Avilés mostró fotos de su último viaje a Buenos Aires. El problema era que casi todas la fotos eran en lugares como el jardín japonés o el Jarro Café, que creo que es un bar que también existe en varias partes del mundo. Yo no tengo nada contra los japoneses, pero nunca entendí muy bien, que tipo de fascinación tenía Carla por lugares que son iguales en todos lados. A lo largo de siete años, Carla había acumulado un dossier de unas trescientas fotos en los jardines japoneses de al menos quince países del mundo,  como es lógico,  todas absolutamente iguales, en algunas incluso posaba con la misma ropa. Debo haberle parecido de lo más amargo, pero yo, que solo levanté la vista para ver algunas, básicamente por que a mi tercer jardín japonés me di cuenta de este fenómeno para nada extraño,  le  dije que para esos fines, le habría salido más barato un solo viaje a Japón, que allí por razones obvias, todos los jardines eran japoneses.

Por alguna razón Carla se había mantenido soltera durante sus cuarenta y tres años, lo que le había permitido consagrar su vida a conocer buena parte del planeta con sus viajes. Hoy, a punto de cumplir otro año más, no le preocupaba para nada que la mayoría de sus congéneres hubiesen comenzado a agregar el sufijo "ona" a su estado civil. Para ser justo, la mayor parte de las veces, ella me resultaba en una persona muy culta y bastante entretenida y sin contar los ligeramente marcados rasgos masculinos de su rostro, tampoco habría sido algo tan descabellado fijarme en ella, pero al lado de la dulce Mariana, casi por un tema de selección natural, no había mucha opción para ninguno de los que trabajábamos en Romano, de desviar las miradas hacia otra persona.

Yo mismo me sorprendo a veces de mi capacidad de abstraerme,  pensar y aún así no llegar a nada. Ayer llegue del trabajo, prepare algo de comer y estuve las cinco siguientes horas pensando. Lo peor es que después de todo ese tiempo, no llegué a ninguna conclusión concreta. Pensé puntualmente en Mariana, que viene siendo, por cierto, mi pensamiento mas recurrente desde hace algún tiempo. Pensé que debía hablarle y contarle lo que me pasaba, pero me resultaba patética la idea de que para ella, "lo nuestro" ya fuese historia antigua y me imaginaba una de esas respuestas castradoras como ...mira Martin, yo te tengo harto cariño, pero lo de nosotros ya no fue, no te quedes pegado porfa...

jueves, 1 de octubre de 2015

Capítulo 9

Esa cueca, que no fue la consentida ni el guatón Loyola,  sino "Mándame quitar la vida"  en la voz de Carmen Correa y el elenco de "El Cinzano", fue por lejos la más sentida en toda mi vida hasta ese momento. Por extraño que parezca, ahí con todo el personal mirando, Sagredo,  Lestat,  Aguirre, Pablo, Santini y los demás,  cada paso, cada movimiento,  cada mirada fue desde el alma. En ese baile dije mucho más a Mariana de todas las veces que hablamos.

Por desgracia la cueca se detuvo después de que Ordoñez,  en un intento por articular un cajón de percusión, derribó unas cajas que había apiladas para una entrega el lunes y Aguirre se enfureció y detuvo de inmediato todo el tiquitiquiti reinante en ese momento.

El sábado pedí a Lestat que me ayudara a espiar a Mariana.  Necesitaba saber si realmente habían pasado a segunda base con el argentino y  mi amigo tenía ya algo de experiencia en el tema.

El primer problema que tuvimos fue que, cómo Lestat venía saliendo de una de sus peores crísis matrimoniales, tuve que dar cuenta detallada a Laura, su esposa, casi por completo, de la forma, fondo y horarios del procedimiento y someter a su juicio el móvil del mismo. Obviamente fue omitida de la descripción lo de la experiencia anterior de mi amigo y reemplazada por mero apoyo moral.

Lo segundo fue el vehículo que se utilizaría para concretar el hecho. Es  verdad que podríamos haber ejecutado el plan utilizando algún medio de transporte público, pero de ser así, habría sido muy arriesgado en el caso que se necesitara huir por algún imprevisto, además de que, dada la precariedad de su coordinación,  corríamos el riesgo de salirnos ampliamente de los márgenes de tiempo autorizados por Laura para el comandante operaciones.

Mi auto Mariana lo conocía perfecto y Lestat llevaba un tiempo de haber tenido que vender el suyo durante el último apuro económico. Después de una negociación que incluyó un asado el siguiente fin de semana y un par de javas de cervezas,  logramos conseguir prestado, el vehículo del vecino de mi amigo.  El problema era que el auto de Bruce, era por lejos lo menos discreto que podríamos haber encontrado.  Motor con  turbo,  gráfica estilo tuning y un equipo de música con sub buffer capaz de hacer bailar a un barrio entero, que a diferencia de los tubos verdes fluorescentes laterales,  este por último se podía apagar. 

El tercer problema que tuvimos fue que, con toda la electrónica adicional, el Fiat Uno tuneado de Bruce se quedó sin batería una vez que lo hubieramos apagamos justo frente al piso donde vivía Mariana y lejos de toda la discreción que se precisa para estos casos, mi amigo y yo tuvimos empujar y dar partida en segunda. El hecho no terminó de empeorar hasta que Santini que venía doblando la esquina muy del brazo con Mariana, se ofreció muy amablemente a colaborar con el empuje que para colmo nos resultó sólo después de varios intentos.

Ayer lunes Pablo nos ofrecio a Lestat y a mi acercanos al tren. En el camino nos contó que en diciembre se casa, que la Ignacita ya le tiene la soga al cuello y que el también  está un poco desesperado por que, como la familia de ella es de los Opus Dei,  no ven con muy buenos ojos el que se vayan de vacaciones juntos. Lestat en uno de sus comentarios más célebres de esta semana añadió -¿osea que don Pablo aún no le ha entregado la flor a la niña? Por suerte lo hizo una vez que ya nos bajábamos el Volvo. Yo creo que Pablo no escuchó.

Hoy a primera hora encontré un sobre blanco sobre mi escritorio. Pero Mariana aún no había llegado. Lo miré un buen rato rogando que tuviese un papel engomado dentro con alguna palabra aún que fuese ofensiva. Luego lo guardé pensando en que, dada mi experiencia anterior, el sobre debía ser abierto en mi casa, pero no me contuve. Fueron quince minutos que se sintieron como cuarenta y cinco. 

Ni papel engomado ni rastro de Mariana , era el parte de matrimonio de Pablo D'Aguirre. Por inexplicable que parezca yo era uno de sus trescientos invitados.

El domingo,  después del papelón frente al piso de Mariana, Roberto me invito a almorzar al centro comercial. El no entendía como, tratándose de uno de los tres más grandes de latinoamerica, yo aun no lo conocía. Roberto suele ser presa fácil del consumismo, "hay que estar atento a las oportunidades que da el mercado" dice. Es de los que colman la entrada de los centros comerciales recién construidos para ser de los primeros en comprar, o de los que forman desde la noche anterior a algún lanzamiento de la última versión de un aparato tecnológico que no siempre está a su alcance. Yo, que a fin de mes nunca tenía muchos excedentes como para dar rienda suelta a mi libre mercado, había tomado cierta distancia de ese tipo de lugares y a esas alturas ya francamente me incomodaban. 

En efecto el lugar me pareció más que nunca, asficciante. Música, luces, gigantografías, mesas pegadas y rebaños de millones de individuos transitando por escaleras mecánicas que eran transportados de uno piso a otro, de una tienda a otra con el único objeto de consumir. Palmeras y piletas artificiales como señuelos para atraer a quienes aún no se sentía por completo en su ambiente y gente apurada disgustada, niños aburridos, mañosos e incómodos.  En el persa por último uno regateaba, bromeaba con el locatario o escuchaba las comúnmente desfachatadas   conversaciones entre ellos. En el persa por último, yo también disfrutaba de mi compañía.