miércoles, 30 de septiembre de 2015

Capítulo 8

Entre los días seis y veintinueve del mes en que nos conocimos, con Mariana tuvimos algo parecido a una relación más formal, pero que no prosperó dado que los dos teníamos historias anteriores  pendientes. Ambos consideramos en ese momento, que lo más sano era terminar con nuestros procesos personales antes de empezar a construir algo nuevo, y por fidelidad a nuestras parejas de ese entonces, mientras, deberíamos mantener el celibato estricto entre nosotros.  Cómo es obvio, lo que menos hicimos fue lo último. Las relaciones de cada uno, sin embargo, terminaron al poco tiempo y de eso ya habían pasado cinco años y por alguna razón, ninguno quizo ir más allá.

Por fin pasó algo con Carol. Yo a Mariana no me la iba sacar de la cabeza, pero no sacaba nada con deprimirme mientras la veía entrar y salir con Santini. Además tenía que estar bien para poder ayudar a mi amigo que estaba en un estado considerablemente peor al mío. Con ella, eso si, fui transparente.  Le conté que llevaba cinco años enamorado de una compañera de trabajo sin darme cuenta y que ahora que ella salía con alguien mas, me interesaba recuperarla. A al bueno de Lestat en su estado, no se le podía contar más problemas, y la linda de Carol se transformó en mi confidente esa tarde. Y además de eso y dada nuestra atracción innegable,  accedió a hacer el amor conmigo. A pesar de conocernos poco, fue en extremo agradable.

Mariana siempre quizo ser bailarina. Yo estoy seguro de que lo habría sido y una de las mejores. Cuando tenía 6, a la madre de Mariana la citaron a entrevista con la profesora. En ella le dijeron que la niña era muy inquieta y que como eso estaba afectando los procesos de aprendizaje de sus compañeros, lo mejor era que la llevara al neurólogo. La dejaron con diez miligramos al día de metilfenidato, con lo que, al término de un mes, las ganas de  bailar se habían apagado casi por completo.

A los doce la llevaron de paseo junto a su curso a Savory y al año siguiente a Evercrips y lo que más le llamó la atención a Mariana, fue que dentro de ambas fábricas, estaban todos demasiado tapados y que casi no se podía ver la cara de los que trabajaban. Lo otro que despertó su curiosidad fue que  la fabrica de helados, totalmente distinta a lo que ella había imaginado,  era prácticamente igual a la de papas fritas. 

Lejos lo más entretenido del paseo, fue que en el camino, el bus que  trasportaba los escolares se fue, como se dice "del moño" con un camion tres cuartos de una empresa de transportes  que quedaba frente al liceo donde cursaba Mariana. 

A los  diez y siete,  ingresó a una academia de baile, donde le dijeron que tenía muchas condiciones, pero que desgraciadamente, para un nivel competitivo, en esto había que empezar harto más joven.

Al año siguiente,  tuvo que decidir sobre sus estudios, pero como ya no estaba tan clara de lo que realmente quería,  y tampoco tenía mucha experiencia tomando decisiones,  optó por seguir en el liceo y salir con el técnico de secretariado.  Su madre, que tampoco habría podido pagar para que estudiara leyes o medicina, estuvo conforme y se quedó tranquila por que con un título se garantizaba algo de la felicidad de su hija.

Mariana me contó además que en la actualidad,  suele acompañar a su madre al valet, que ambas tienen una sensibilidad especial con el baile y que ella, a menudo le dice, que le hubiese encantado ser bailarina.

Hoy Sagredo llegó con una camisa tan apretada que por largo rato estuvimos observando a ver si efectivamente respiraba. Ahora que le tenemos más confianza,  Lestat se acercó serio y le pregunto sin esbozar la más mínima sonrisa, si estaba pensando bajar de peso en el futuro. 

Es la primera broma que le escucho a mi amigo en estas últimas dos semanas, con lo pendiente que he estado del tema de Mariana y el argentino, no le he preguntado mucho a Lestat de por su situación sentimental,  pero asumo por la broma que las cosas deben andar mejor.

La última idea saludable del "prieta Sagredo" como le puso mi amigo ese día, fue que, cómo estábamos a fines de septiembre y no habíamos hecho nada para el diez y ocho,  nos tomáramos la tarde del último día viernes e hiciéramos un asado para compartir. La idea de "asado" ya sonaba peligrosa considerando que trabajábamos en un subterráneo, pero el joven de bienestar argumentó que tenía una parrilla eléctrica así que no sería problema. En mala hora se le encarga un asado a un funcionario con convicciones profundas de vida saludable. Resultó que la "parrilla" si a una plancha caliente que se enchufa, se le puede llamar así,  tenía en su repertorio vienesa de soja, longanizas de soja y hamburguesas de garbanzos, que era lo único que resultó medianamente comestible.  hábilmente, Mariana y Avilés se les ocurrió bailar cueca para apaciguar los ánimos de los que queríamos ahorcar a Sagredo, y como el argentino baila tango a la perfección, pero con la cueca no se mete, hice yo mi jugada. Punto para mi.

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