miércoles, 2 de diciembre de 2015

La funa IX

IX.

ESTOY agotado. A veces creo que debería pensar menos, luego me lleno de cólera conmigo pensando, en que hasta pensar en cuanto me agota pensar tanto, es en sí es un pensamiento. No logro poner mi mente en blanco, por que de  inmediato, me imagino en esta tarea y ya no estoy pensando en nada, sino en mi mismo pensando en que no estoy pensando. Es como el acto de enfrentar dos espejos. De niño una vez traté de imaginar que vería un espejo cuando se mirara al espejo y como ya estarán suponiendo lo llevé a cabo. Mientras lo hacía tuve la ilusión de que obtendría la imagen de la nada, pero muy por el contrario al asomar mi vista por encima de una esquina del enfrentamiento, vi aterrado como la imagen se reproducía hasta el infinito. 

Es diciembre y sé que se acerca una de esas época en que florece con mayor ímpetu, uno de los más gloriosos contrasentidos humanos de occidente. Y ya no es necesario que sea diciembre, por que el comercio lleva al menos dos meses encargado de ponerlo en la cabeza y en boca de todos.  Y ya hay que empezar a pensar en comprar regalos, en decorar la casa, en los invitados, en con quien se va a pasar este año, en la cena. Y la verdad es que ya desde hace unos veinte años que está fecha, para mi, resulta en una sola cuestión. Gastos.

Hace dos o tres años, cuando mi Martina tenía cuatro, enloqueci por hacer de esta una época grandiosa en su vida. Compré una máquina de espuma y justo a media noche fabrique una nevada artificial en la que cayeron copos de fina espuma muy similares a nieve en la entrada de mi casa. Me gané con ello abrazos y miradas de admiración por lo "buen padre" que era con mi hija, y por supuesto la mirada absorta de mi Martina,  que  estuvo fascinada con aquellos copos cayendo desde el cielo, transformando aquel antejardín  en un paraje estadounidense cualquiera.

Cuanto me arrepiento. Me he arrepentido desde el primer instante. Desde que compre la maquina, cuando la coticé, cuando la probaron frente a mi, cuando la estaba pagando, cuando la eche a la bolsa, cuando me preguntaron si era para regalo y dije que no, pero si, y la persona  rió, desde que llené su depósito con el químico que produce la espuma, que se llama "MagicFoam" y tiene una estrellita amarilla en vez punto de la i, desde que subí al techo y la deje instalada, desde que salimos al oír las campanillas que la señora Juanita amablemente accedió a agitar escondida en el arbusto de la entrada, aun cuando le negaramos el permiso para ir a ver a su familia al sur, argumentando de que ya había salido dos semanas  para las fiestas patrias.  Y los cuatro minutos antes de toda esta enorme farsa infame.

Ni la cara de sorpresa de mi hija, pudo quitarme la culpa de estar fundando en ella una contradicción tan absurda.

Recuerdo que esa misma noche  le pregunté, como queriendo adivinar, por qué le gustaba tanto la navidad. Ella no dijo nada del espíritu navideño (otra creación gringa) o de que se reúna la familia (de las pocas veces en el año que los veo) , o de que cenemos juntos, o de que se hagan buenas acciones (mentira, solo se compra) o de que la gente ande más contenta (estresada), ella no dijo nada de eso. -obvio papá,  por los regalos.

¿Que niño (o adulto) habrá de cuestionar tan absurda verdad, si se lo premia por creerla?

Les diré algo. En Santiago de Chile no neva,  y si ha pasado en forma muy excepcional, es en invierno. En diciembre acá es verano y hacen treinta grados. (Este año compre una pintura dorada en aerosol, con la que el domingo estuve decorando los árboles de la entrada).  Acá no hay pinos, no crecen en forma natural, sino por plantaciones con fines comerciales,  más hacia la costa. En ultimo caso, deberíamos decorar algarrobos, palmas, patagüas o coigües. (Para este año, compré un pino natural de tres metros y medio que no cupo en el living (el salón que tiene los sillones) y hubo que ponerlo en el patio, para eso habría que haber decorado el que había plantado)

Esperen, tengan la bondad de seguir adelante,  aun no he llegado a la mejor parte.

-y ¿por que crees tu, que el viejito pascuero viene en su trineo volador a traerte regalos? (admito haber sido aquí algo sarcástico,  pero ella jamás entendió de mala manera mis sarcasmos)
(el año pasado me disfrace de viejo pascuero. Soy flaco, fue un desastre, Gapar y Antonia, los hijos de mi sobrina mayor, aun me preguntan si era yo en realidad. Para este año decidimos contratar a alguien con experiencia)

Acá, como ya habrán de suponer, Martina no mencionó nada de la conmemoración del nacimiento de Cristo, que para estas alturas del mito, con lo de la fecha, es mera coincidencia.  Tampoco dijo nada sobre lo abrigado que anda ese pobre gordo, ni del trineo que vuela, ni del reno víctima de maltrato por sus pares a causa de su nariz roja e iluminada.

-por que me porté bien, dijo mi bella Martina, ya con unos diminutos ojos de sueño.

No sólo he engañado a mi hija durante años, sino además, chantajeo su comportamiento con una ilusión que llega a ser aberrante de lo absurda.

Momento, momento, déjenme adivinar. Estarán pensando (los más jóvenes al menos). .. lo voy a graficar en una frase mejor  -ah pero usted es como el "grinch" (no estoy seguro de si escribe así).

Pienso en eso y una carcajada nerviosa me sobreviene y me crispa las manos como si tuviese atrapado a alguien desde el pescuezo y no me aguantara las ganas de asfixiar. Porque ese grinch (o como se llame) también es un personaje amargado, pero no es esto lo que me irrita, (lo admito, soy de lo mas amargo) sino el hecho de que ese personaje proviene una película de hollywood. O sea, hasta para eso, hasta para oponernos, hasta para cuestionarnos (me incluyo) tampoco tenemos una identidad propia. Al diablo. O debería decir: fuck!.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario