Esta escena mental perfecta era proseguida a menudo por múltiples variantes en las que Naum daba rienda suelta a su imaginación. En muchas, él se veía dominando la situación y proveyendo desenfrenado placer a las dos mujeres. En otras tantas, era él mismo, el que se entregaba como objeto del deseo de ambas. En todas, los tres quedaban encantados de aquel nuevo descubrimiento en sus vidas.
El hecho, antes que nada, reforzada la amistad entre ambas, que ya contaban entre sus experiencias de vida más intensas, una en común. En él, hacía nacer además un cariño especial hacia Angela y sin duda lo hacía partícipe de la amistad al mismo grado en que ellas la sostenían. Por último, reforzaba el lazo en su matrimonio haciendo sentir a ambos, fascinación por esta nueva complicidad de la que formaban parte y que los hacia dedicarse miradas cómplices mal disimuladas y ante todo satisfechas, en reuniones sociales, como queriendo mostrar que el tema era una cuestión resuelta entre ellos, en cuanto alguien tocara de soslayo temas relacionados a la intimidad de pareja.
Tanto la escena, como lo que seguía, como las que venían después, eran en la mente de Naum, algo perfecto y en tal fantástica fantasía, ya no sentía ese sentimiento de ingratitud y de doble vida que lo agobiaba desde hacía algún tiempo.
Nuestro hombre pasó las siguientes semanas procurandose datos sobre Angela.
Era necesario, una vez que le hubiere planteado el encuentro a su mujer, que ambos hicieren partícipe a la joven, de la propuesta lo que sin duda, debería tener en consideración tales o cuáles características de su personalidad, que eran imprescindibles de averiguar antes.
No obstante, preguntar a su mujer demasiados datos sobre la muchacha, podía hacer sospechar a ésta, de que el propio Naum tenía algún interés en la joven y luego interpretar la propuesta del trío como un juego amoroso en el que seguramente ellos, Naum y Angela estarían, involucrados desde antes.
La misma razón, fue la que lo llevó a descartar de plano el conseguir de alguna manera el numero de Angela y proponer la aventura antes que a su compañera. Definitivamente esta complicidad previa podía resultar demasiado sospechosa y contraproducente.
Naum se veía entonces, obligado seguir su plan en estricto orden, sin que las circunstancias le permitiesen adelantar camino por otro flanco.
Pero la idea de dejar que las cosas se diesen solas, podía implicar una espera demasiado larga y el hecho de averiguar datos útiles sobre Angela, solo a partir de la observación detenida de las reuniones que esta sostenía con su mujer, le resultaba en algo demasiado lejos de su alcance.
Sin duda era necesario plantear la cuestión cuanto antes a su mujer. Había notado cierta lejanía entre ambas, que temía podía ser antesala de que la amistad entre ellas se estuviese enfriando e hiciera con ello claudicar toda posibilidad de llevar a cabo su nuevo propósito.
Una noche antes de acostarse, logró decirlo ante su mujer.
Claro que la cuestión fue todo menos natural. (El hecho podría incluso calificarse de violento). Naum Pretendió adoptar una actitud ordinaria, intentó lograr un ritmo de respiración constante, inhalo por su nariz y exalo por su boca treinta veces y luego contuvo la máxima cantidad de aire dentro de sus pulmones durante veite segundos, seis veces, lo que le llevó en total seis minutos y medio(y le dejo un tanto mareado). Luego manipuló un adorno hecho con alambres color bronce y cuentas de colores, que su esposa le había regalado hacía unos años, como disipador de estrés, (que, por lo general, no hizo otra cosa que dejarle más nervioso) luego logró completar las caras azul y verde del popular cubo con cuadrados de colores (jamás pasó de dos caras y estaba convencido de que el suyo debía de tener algun desperfecto). Después se encerró en el baño, cortó las uñas de sus pies, completó tres puzles con lápiz grafito marca faber (del tercero faltaron tres palabras de actualidad, que no pudo descifrar), luego salió del cuarto de baño, se sentó en la mesita de la cocina (mientras su mujer ya terminaba de lavar los platos de la cena) castañeteo frenéticamente los dedos sobre el trupan de la mesa de diario, sudo frío y con una agitación y una seriedad inusitada(que no tuvo antes, ni en los momentos más tensos), pronunció la siguiente frase. -he pensado que deberíamos hacer un trío con Angela. Luego se puso de pié, botó y quebró una copa de cristal que había sucia sobre la mesa (la que no se devolvió a recoger) y se dirigió con paso presuroso hasta la habitación.(cerró la puerta de golpe) Ni su mujer ni su pequeña (afortunadamente) entendieron de que se trataba.
Aquel incidente en la cocina tan fue desconcertante para todos, (incluso para el mismo), que se reprochó el no haber podido siquiera percatarse de la cara que puso su mujer en ese momento, cuestión que, según se había dicho, era básica para continuar con el plan trazado.
A los pocos minutos del incidente la mujer entra en la habitación, se sienta en el borde de la cama y encara a Naum.
-¿me puedes decir por favor que es lo que te pasa? Has andado toda la semana extraño, llegas tarde, pasas de largo, el viernes pasado que vino Angela, te dedicaste a observarnos y a hacer anotaciones, durante las tres horas que estuvimos conversando. Ella incluso se sorprendió de que ni siquiera la saludaras, no me diriges la palabra hace ya unos días más que para saludar y ahora para colmo te paras enojado, murmullas algo con una voz casi inaudible, destrozas una copa y te encierras en el dormitorio. Todo sin motivo alguno, por que, por lo que yo recuerdo, no hemos tenido discusión alguna. Te lo pido, Roberto, en serio, si estás pensando en irte de la casa, prefiero que me lo digas ya.
Luego de esto, ella se para, se dirige al baño, cierra la puerta y exactos tres segundos y medio después, se escucha el cerrojo, que en lenguaje femenino significa, párate, golpea y suplica por tu perdón
Naum, que ostenta un acabado conocimiento de la psicología femenina (o que a veces intuye con mediana precisión) hace lo propio con la puerta, el cerrojo y las disculpas. Tampoco era la primera vez que ella utilizaba la separación como medida de presión en circunstancias similares y por tratarse esta vez, tan solo de un mal entendido, no le fue tan difícil reanudar la comunicación.
En ese instante, Naum se da cuenta de que es preciso, antes que nada, lograr una comunicación asertiva con su mujer. Ya no basta el beso tierno de la entrada para luego sentarse a pensar en sus contrasentidos. (Naum da la imagen de tipo resuelto, pero en el fondo, está tan plagado de contradicción como yo) Es preciso volver a tener esa complicidad del noviazgo, eso de comunicar con miradas, de esta manera, quizá incluso no sería una necesidad el buscar palabras para expresar su deseo. Tal vez con esto ella (su mujer) sentiría lo mismo. Tal vez incluso lo propondría ella. Es más, tal vez, después de que Naum finjiera un tanto de asombro, (solo por protocolo, ya que en el fondo sabría que fue precisamente él quien la llevó pensar en esa aventura) el diría:
-y a Angela, ¿como le diremos?
Por que en tal escenario en el que ya esta resuelto (de manera tan conveniente) el tema de la propuesta, era necesario resolver el cómo decirle a Angela, es decir, se puede llegar a tener suma complicidad de manera tal de que siquiera fuese necesario proponerlo (esto ya es muy optimista) pero no se podía pretender de que un tercero (Angela en este caso) también se diese por notificada de la propuesta.
-ya he hablado con ella y está encantada con la idea
Aquí la fantasía de Naum cierra perfecto y no es necesario más que llevarla a cabo. El problema es que sigue siendo una fantasía.
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