XI.
CÓMO es de suponer y en atención a mi tendencia anterior, no escatimaré en elucubrar sobre las teorías que han llevado a tal ruptura.
Todo parte por el hecho en que se funda en él (en Naum) la idea obsesiva de una relación sexual a trío, cosa que a sus cincuenta y tres años, se cuenta aun dentro de las fantasías no realizadas.
En su juventud había sido objeto de la invitación, durante una junta, de dos de sus mejores amigas, que presas de una embriaguez, muy propia de algunos encuentros juveniles cristianos, con tinte espiritual, habrían derivado en delirantes conversaciones de esta índole, que sin que ninguno de los tres se lo hubiese propuesto (llevaban semanas pensando en ello, después leer cada una, a escondidas un libro con un cargado contenido erótico, en donde personajes en situación similar, construían una relación de este tipo). A pesar de haber sido en ese tiempo mucho más joven y de tener un evidente mejor estado físico que el actual, que le hubiese permitido bueno y sano, satisfacer de sobra a esas dos señoritas, (incluso a tres, se atrevía a pensar) la embriaguez le jugó una pésima pasada y lo rindió dormido antes de empezar.
Por una especie de trauma y presa de la mayor frustración a la que puede optar un hombre en esa etapa de la vida, sus fantasías por mucho tiempo no volvieron a estar relacionadas al tema y jamás se atrevió a volver a intentarlo hasta hace algún tiempo en el que la obsesión había vuelto a anidarse a través de una conversación con una amiga de su esposa, de la que Naum, producto de unas copas de más, había creído interpretar como sugerente.
Por otra parte, le venía bien despejarse un poco de sus últimamente sombrios amoríos con Teresa, que desde hace algún tiempo, venían tomando un tinte profundamente melancólico luego de consumado el acto y habían perdido de a poco ese fuego propio de los primeros encuentros.
Naum había escuchado, hacía unos meses, en un programa de radio, hablar sobre un estudio de dudosa rigurosidad pero de muy conveniente resultado (a diferencia de mi, él presta menos atención al método científico y es mas crédulo de todo lo que lee) que concluía, basado en entrevistas psicológicas hechas a hombres y mujeres, que los hombres podíamos distinguir certeramente, solo a través de la mirada, a las mujeres que se caracterizaban por tener mayor propensión al sexo.
Naum había creído observar varios de estos rasgos en el rostro de una amiga que su esposa llevaba poco tiempo de frecuentar. Angela, bastante menor que él y que la esposa de Naum, era soltera y conservaba aún esa belleza delicada e inmaculada de la juventud, además de una personalidad liviana y risueña que animaban a Naum a participar de todas las reuniones en las que ella estuviera presente.
Por primera vez en muchos años, había vuelto a hacerse a la idea del trío amoroso sin que le vinieran a la mente imágenes de aquella ocasión en que su virilidad de durmió antes que él. El problema radicaba en que a momentos dudaba de que efectivamente sus suposiciones sobre Angela fuesen acertadas y en el método (aún no definido) para plantear la cuestión a su mujer. Esto último era lo que lo traía más complicado dadas las profundas convicciones religiosas mantenidas hasta ese entonces dentro de su matrimonio.
Producto de su trauma, Naum no había tenido nesecidad de plantear antes el tema y en las soslayadas conversaciones que habían procurado sobre cuestiones de esta índole, ambos habían llegado a la conclusión de ser más bien tradicionales en el campo de las relaciones físicas, sin tendencia alguna a variantes de ningún tipo. Él, aunque mayor que ella, siempre procuro mostrar (aunque no fuese cierta) una imagen moralmente correcta, a veces incluso exageraba a propósito el todo conservador con la doble intención de, además de dar una imagen correcta, inducir en su esposa a que ella tomara un rol más libertino (soñaba con que fuese ella quien lo propusiera)
Aún cuando en estricto rigor, ella jamás tomó tal actitud, él, sospechaba secretamente desde hacía algún tiempo, que ella se había hecho la imagen de estar con más de una persona al mismo tiempo y que podía incluso llegar a sentir una especie de atracción fisica por algunas de sus amigas, particularmente por Angela con quien se relacionaba con mucha naturalidad.
Por momentos, sus conjeturas parecían perfectamente fundadas y más de alguna vez estuvo a punto de planteárselo en conversaciones cotidianas durante la cena, con una naturalidad tal, que lo haría parecer absolutamente normal (se lo había propuesto e incluso ensayado frente al espejo). Varias veces no lo hizo, única y exclusivamente, por estar presente su hija menor, quien podría querer hacerse parte de la discusión y pretender que se le explicase ciertos términos cuya explicación, por una cuestión de edad, aún estaba lejos de tener que entregar.
En otras ocasiones, sobre todo relacionadas a situaciones en las que su esposa mostró convicciones más cargadas de moral e hizo alusión al sentido común, Naum creía caer en razón e imaginar una reacción de reproche e incluso asco frente a su propuesta y no le costaba imaginar que seria objeto de profundos cuestionamientos a su moral y hacia todas sus convicciones o las que creían tener en común y que habrían sido falsos cimientos de su vida matrimonial. En este escenario, temía perder con pan y pedazo, con su casa, su familia y con lo más preciado, el cariño de su hija.
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