Una mañana, Naum intentó plantear el asunto a su mujer.
Había ideado para ello, una fórmula que plantearía la cuestión de manera natural, como el quería, pero además, lograba (de resultar) proponer el tema y dejar a ambos en la posición de consultados. Se trataba de contarlo como un sueño.
Al despertar, al alba, cuando aún su mujer estuviese un tanto dormida, y la totalidad de la cama estilo americano fuese ocupada por brazos, piernas y torsos, en su máxima extensión, bostezos a cuello extendido y boca abierta , diría con ligereza " soñé que hacíamos un trío con Angela". Naum podía tener pleno control y sano juicio, sobre todos los pensamientos de su vida despierta, pero como a cualquier ser humano, le era terreno indómito, todo lo que vinera a su cabeza mientras estaba dormido y el mismo podría sorprenderse de lo acontecido en uno de sus sueños. De esta brillante manera, ambos quedarían en posición de consultados y él, podría simular sorpresa o espanto en caso de que ella calificase el sueño de aberrante o descabellado. En un momento incluso sintió orgullo de su concepción y de la psicología que era capaz de aplicar en pos de conseguir lo que deseaba.
A pesar de lo brillante del plan, Naum no contó con que, para llevarse a cabo, debía generarse la instancia de despertar unos segundos antes que su mujer, de lo contrario, al abrir los ojos, no la encontraría a su lado o bien estaría ella demasiado despierta como para plantearle el asunto con la liviandad de quien cuenta un sueño del que acaba de despertar.
Naum no contaba hasta entonces con que, en días de semana su mujer siempre se despertaba antes que él, para preparar el desayuno y los días en los que no se trabajaba, su hija era la encargada de llevar a cabo esta función, cambiándose hacia la cama de sus padres, lo que hacía imposible poner el asunto en discusión en su presencia. El hecho en sí era tan ajeno a la relación y a sus conversaciones, que tampoco era factible insinuarlo y que su esposa entendiera de que se trataba en sí de una propuesta. El planteamiento llevaba forzosamente explícitas las palabras trío y Angela.
Otro escollo con el que Naum no contaba, era que, su mujer solía ocupar para dormir cierto antifaz sobre los ojos que le evitaba la luz y que le hacía a él imposible saber si ella se encontraba despierta o aún dormía.
Una mañana Naum adelantó en unos minutos la alarma del despertador y aún a riesgo de despertar a sobresaltos a su mujer, destruyendo de pronto cualquier instancia propicia que le permitiera el entablar una conversación pacífica, intento en tres opotilunidades pasar por encima de su cara con parte de su brazo durante un estiramiento, esperando algún gesto que le permitiese comprobar que ella estaba despierta, sin embargo no consiguió más que hacer que su cuerpo se girara resongando hasta darle la espalda.
Otra mañana en la que no estuvo seguro de la vigilia de su mujer, simuló siete estiramientos con sus respectivos bostezos (los dos primeros fueron en realidad reales) y repitió sin respuesta tres veces la frase sobre el sueño. Más tarde supo que su mujer había pasado una pésima noche y que se había dormido de madrugada después de tomarse dos clonacepam que era lo único que tenía a mano.
Finalmente y en virtud de los numerosos intentos frustrados, Naum decidió echar por tierra la posibilidad de contar el supuesto sueño y con ello poner sutilmente en la cabeza de su mujer, la idea que desde hacía un tiempo lo traía obsesionado.
Había logrado imaginar hasta los detalles más íntimos del encuentro. (Luego de que ambas aceptaran la propuesta claro)
Tendrían una divertida velada, en la que de a poco y gracias al alcohol o incluso con la ayuda de algún cigarrillo de mariguana, se irían acercando los cuerpos y deshinibiendo las conciencias.
Había construido incluso mentalmente una escena que le fascinaba y que repetía cada vez que tenía un minuto para distraerse. En ella, ya avanzada la noche y una vez que el alcohol hubiese permitido un franco acercamiento físico entre los tres, adornado por las carcajadas cristalinas de Angela, él, se podría de pie pidiendo permiso a ambas para ausentarse un minuto. Mientras caminara al baño, oiría detrás de sus pasos carcajadas luego de que su mujer profiriera un alargador pero hilarante piropo en alusión a la porción de su cuerpo que ambas miraban en ese momento. Naum fingiria no haber escuchado y seguiría caminando, sin embargo bajaría la vista y esbozaria una sonrisa con satisfacción, sintiendo profundo orgullo y en pleno conocimiento de que el piropo haría referencia a sus nalgas, que toda una vida de ciclismo, el que practicaba hasta hoy, le habría permitido esculpir a la perfección aquella porción de su cuerpo.
Una vez en el baño, revisaría su peinado y buscaría en su cajón, una pastilla para prevenir la disfunción, que habría conseguido con uno de sus amigos semanas antes, (seamos realistas, tiene cincuenta y tres años) que aunque hasta entonces no habría tenido necesidad de utilizar, le habrían permitido prevenir del todo que se repitiera alguna escena como la ocurrida en su juventud. Más aun en presencia de Angela, se habría dicho, que seguramente estará habituada a buenos desempeños.
Luego, volvería a mirar su rostro al espejo y como es propio en el, con un aire de seriedad, se preguntaria en forma dramática "¿estas seguro de lo que vas a hacer Rob?" Para luego reír presa de su propia ironía y salir triunfante de vuelta al living (el salón que tiene los sillones).
Una vez de vuelta en el lugar, seria testigo de una escena perfecta.
Las dos mujeres, la suya y Angela, habrían acortado distancia y habrían comenzado a besarse tímidamente mientras sus manos habrían de recorrer el camino hasta sus cuerpos. Él se mantendría inmobil unos segundos en la entrada sin que ellas advirtieran su presencia y se diría mentalmente "gracias señor mío por este monento".
El presenciar esta escena, para él, sublime, no sólo satisfacería el morbo impúdico que había sentido desde su adolescencia, de presenciar una relación entre dos mujeres, sino que además, le haría sentir dichoso de poder, por primera vez compartir con su esposa, el gusto y el deseo por otra mujer y que de esta manera la culpa recayera de manera cómplice en ambos, ya no por el hecho inmoral de serle infiel, sino por incurrir juntos en un acto impúdico y moralmente no permitido. Era esto último sin duda lo que lo llevaba a repetir mentalmente la escena una y otra vez durante esos días.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario