XIV.
¡BASTA! ¡Por Dios! ¡como es posible! He caído nuevamente en lo mismo, he escrito quince páginas sobre elucubraciones de la vida de otro y ustedes me han seguido sin escatimar esfuerzo, es más, podría suponer hasta con morbo. ¿que necesidad tienen ustedes de saber sobre la vida de alguien no admirable, de alguien tan común y corriente como Roberto Naum? y ¿que necesidad tenía yo de escribir sobre ello? ¡Ah! Pero claro, podría decirles aquí que se trata sólo de una trampa, que he inventado esta historia ante ustedes y que los he hecho seguirme hasta aquí despertando su curiosidad, por el solo hecho de mostrarles cuan interesados podemos estar en la vida y en los pecados de otro, pero solo estaría siendo oportunista, en realidad lo escrito es tal como lo que imaginé y tal vez en otro momento (me tienta aquí escribir una expresión de absoluta soberbia como: "si se me da la gana", pero me abstendre de hacerlo) llegue a contarles el final de esa historia.
Tal vez sea preciso ahora seguir aclarando el sentido de mi odio, que ya no sé si es precisamente este el nombre más adecuado. Quisiera aclarar sobre este punto y quizá recién aquí entiendan el real sentido de estas páginas.
Estoy en la quinta década de mi vida, tengo una profesión que me ha dado de sobra, dos matrimonios, tres hijos (una pequeña que me roba el alma con la expresión de sus ojos) y de pronto siento que no he hecho absolutamente nada, o nada bueno, que estoy en disgusto con la vida, (que no se me mal interprete, jamás he pensado en el suicidio como salida, o bueno tal vez si, pero en momentos de cólera) no por no querer vivirla, sino por creer que es falsa, llena de sinsentidos, de apariencias, de cánones, llena de moral y de buenas costumbres, que ahora ya no se si son buenas o no, pero estoy seguro de que no son mis costumbres y eso me indigna.
Daré un par de ejemplos para aterrizar la idea.
Primero uno simple para luego ir paulatinamente aumentando el grado de complejidad (sarcasmo puro)
Existirá acaso acción culinaria más común y simple que untar un trozo de pan (marraqueta, de preferencia en su extremo) en el residuo de la ensalada que contiene por lo general el abundante jugo de un tomate maduro combinado si se quiere con aceite de oliva y sal a gusto, (lo sé, podría escribir recetas de cocina) o bien, sobre el plato que ha servido de asiento a una carne roja jugosa en su centro, para luego devorarlo en el más placentero de los deleites gastronómicos.
O por otro lado, ¿existirá acción más común, al menos en el mundo occidental, yo mismo por ejemplo, que al retirar (ayudar a retirar) los platos de la mesa no los haya vaciado y apilado, uno sobre otro a modo de agilizar la tarea, y en cada una de esas veces haya pronunciado a modo de advertencia, como quien trata de evitar imprimir malas costumbres en los más jóvenes, la frase "esto no se hace"? ¿no se hace? ¿no? ¿ustedes no lo hicieron nunca? Así como este ejemplo banal, yo he descubierto miles, en mi vida, miles a mi alrededor, miles en la vida de todos.
Vamos al segundo y por tanto más complejo.
La señora Juanita, que me adora, que quiere a mi hija como si fuese su nieta, que respeta y hace cada una de las cosas que Carla le pide, que vendió su vida por poco mas que el mínimo, que es nana puertas adentro, lo que no es otra cosa que una forma más refinada y moderna de la esclavitud, que ve a su familia (la real, aunque ella diga que nosotros somos como su familia, pero si algún día ella se fuese a trabajar a otra casa, doy por sentado a que ninguno de nosotros iría a verle y eso no lo hace uno con un familiar) ella que cuando se enferma, ha tenido que ir a "sacar hora" al consultorio por que a Carla le pareció descabellado hacerla carga familiar en la isapre, esa misma señora cuya existencia pareciese ser el epítome mismo de la desdicha, cree que se está ganando un pedacito en el paraiso y que un día, el día de su muerte o el día del juicio final (en la posibilidad de que esto ocurriese antes) ella será una de las bienaventuradas y gozará de placer (espiritual por supuesto) eterno y la eterna felicidad, y ya nada será una preocupación, no tendrá que arreglárselas con su hijo que esta preso por robo con intimidación (si yo fuera víctima de tal injusticia, habría hecho mucho más que intimidar) y será testigo de como quienes no siguieron la palabra del santísimo, no serán admitidos en el mismo lugar y padecerán los fuegos eternos del infierno. Y eso la tranquiliza, la consuela y más aún, la hace felizmente desdichada, felizmente enferma, felizmente neurótica, todo menos indignarla y yo que en mis crisis de existencialismo soy dado a cavilar sobre mi infortunio, me veo tentado de rasgar sus ojos y mostrarle lo indigna que es su vida y como me corroe el que ella sea feliz en esa desdicha.
Tercero. Vivimos en una sociedad que ostenta una justicia entendida como acuerdos que nos permiten la vida en comunidad y que además prohíbe y castiga las malas acciones conocidas en su forma jurídica como delitos. Más (y aquí está el punto al que quiero llegar) nuestra mala justicia castiga sólo en un rango determinado y en estrecha relación al poder que se tenga.
Vamos a algo más concreto. El robo por ejemplo. Estamos de acuerdo en que es una mala acción, un delito ¿no es verdad? Y bien podría decir yo, robo es robo y debe ser castigado por que robar esta mal. Ahora bien, podría apostar alguna parte de mi cuerpo a que si yo robase diez pesos a alguien, mi robo sería, por despreciable, insignificante y no tendría castigo. Lo preocupante del caso no es mi robo despreciable sino el hecho de que podría asegurarles con la misma convicción de que el castigo sería el mismo (es decir ninguno) si mi robo fuese multimillonario. De ésto existen hechos demostrados de sobra, a saber, sistema privado de previsión, salud y política por mencionar algunos, que no tendría sentido especificar aquí.
¿O es que acaso se puede estar sobre la ley?
El asesinato por ejemplo. Mi asesinato, podría yo cometer finalmente mi asesinato contra Naum por poner un ejemplo, por el que, de manera muy probable, seria juzgado y condenado a pasar mis siguientes veinte o treinta años (tal vez un poco menos, dada mi buena conducta) privado de libertad. Más yo les pregunto, ¿hemos condenado y juzgado como humanidad, a todos quienes cometieron asesinato? ¿acaso se juzgó y condenó a quienes mataron durante guerras, durante conquistas, durante luchas anti terroristas?
Un ejemplo más local si se quiere, Nelson Fariña Jara cumple hoy presidio efectivo por el delito de homicidio. Colisionó mientras conducía ebrio, la parte trasera de un auto que era habitado por Emilia Silva de nueve meses, quien fallece víctima de las lesiones causadas. Poco tiempo después, se promulga una ley que endurece las sanciones contra quienes manejen bajo los efectos del alcohol.
El joven Martin Larrain, hijo de Carlos Larrain Peña, senador de la república, atropella y da muerte en las mismas circunstancias a Hernan Canales. Poco tiempo después, es absuelto de todo cargo, sin embargo no se promulga con él ninguna ley para reblandecer las penas para quienes cometan dicha falta.
Sólo Dios sabe (notese que esto es exactamente lo mismo que decir "nadie tiene puta idea" por que hasta hoy, no se ha comprobado científicamente la existencia de Dios) cuanto he querido llegar a mi departamento de soltero (Compañía de Jesús 645-4b, no tengo certeza de que aún exista) quitarme toda la ropa y vegetar en presencia de todo lo que a diario oculto de mi. Lo hice tantas veces durante mi juventud de manera inconsciente, pero por Dios, cuán libre era en ese tiempo. Hoy el miedo más absurdo y aberrante me impide desnudarme en la que creo que es mi propia casa, aunque, acabo de empezar a cuestionarme que tan mío es ese lugar. No hablo del dividendo con el banco (en que se puede estar pensando cuando se adquiere una deuda a veinte años) hablo de cuanto tiene ese lugar de mi, de la voluptuosidad que en parte me constituye. Que tan libre puedo ser en ese lugar al que llamo mi casa. ¿Cuantas veces he entrado y me he despojado de todo como lo hacía antes cuando incluso llevaba mucho menos encima? Probablemente ninguna.