sábado, 22 de agosto de 2015

Discurso Póstumo

Unos de los mayores propósitos que han fundado mis pretensiones de escribir, no son el hecho de la retribución económica ni el reconocimiento público. Mucho menos algún premio literario de ningún tipo, que en mi calidad de funcionario de salud, constituiría un desdeño franco a quienes si han dedicado afanosamente sus horas de vigilia a este fin. Mi propósito en sí mismo radica en el hecho de  trascender. El simple acto de que algún ser humano lea alguno de mis textos en cuanto yo haya dejado de existir.

Después de algunas semanas con esta idea que confieso se ha vuelto a ratos obsesiva, llegue a la convicción fundada  de que una buena forma, si no la mejor, de asegurarme que esto ocurra, sería escribir un discurso y dar instrucciones expresas a mis más cercanos para que éste sea pronunciado en mi funeral. Esta ocurrencia, si se me permite, brillante, me faculta además, ya no sólo a tener a la trascendencia como idea, sino plantearla como objetivo de vida y de este modo "partir" hacia la siguiente, (si es que hubiere tal) sin temas pendientes como a tantas otras pobres almas les debe ocurrir hoy en día.

El siguiente paso no menor en mi proyecto fue elaborar el discurso en si. Digo no menor por que no es en absoluto fácil dictar las pautas de lo que le gustaría a uno que se dijese de si mismo en su despedida sin el riesgo de caer en lo soberbio o por el contrario en la miseria del desdén absoluto por procurar humildad, que en cualquiera de los resultados posibles sería nefasto es este contexto.

Deberé aclarar también, que toda esta elucubración esta elaborada poniéndome en el caso de que muriera hoy,  o a lo sumo mañana, ya que dadas las infinitas posibilidades que podría deparar mi destino, no estoy en pie asegurar que, del que se hablase en un discurso ulterior, fuere el mismo que suscribe hoy.

Lo complejo de la tarea radica también en que, resulta preciso para ella, imaginar la forma en la que se producirá el acontecimiento fatídico puesto que, seguramente el discurso en cuestión no sería el mismo de tener una muerte asociada por ejemplo a un inusual caso de combustión espontánea o bien producto de una falla orgánica múltiple asociada a la edad.

Ahora bien, como mi edad situada en el contexto histórico actual, difícilmente  podría ser considerada como avanzada (obviando la opinión de mi hija de 6) me atrevo a plantear como causa de muerte la tesis primera o en su defecto cualquiera de similares e inesperadas características.

Lo siguiente a imaginar en esto que se vuelve cada vez más complejo, es como iría a ser mi rito fúnebre,  que de seguro tendría factores que podrían influir en la construcción del discurso. Peor aún, muchos de ellos si no es que todos, inmanejables. Los asistentes por ejemplo. Estuve tentado por algún tiempo se hacer discretas  tarjetas de invitación pero deseche luego la idea  por considerarla tan macabra como poco efectiva.

Es aquí donde aparece el recurso no tan genial ni propio del testamento. No obstante, más que la herencia de los escasos bienes materiales que poseo, no es este un instrumento que permita manejar muchos otros asuntos.

Durante mi arduo trabajo, he llegado por distintas vías a la conclusión de que llevar a cabo esta idea que en principio resultaba tan práctica, requiere para su realización la predicción de hechos futuros,  para lo que me declaro en completa incompetencia a lo que además se han ido sumando dificultades de toda índole, lo que confieso me han llevado al borde de abortar el proyecto en repetidas oportunidades.

La única conclusión que estoy en posición de afirmar hoy, después de toda esta reflexión anterior, es que el único intento de escritura plausible de transformarse en discurso de despedida sería llevar a este a una flexibilidad extrema de manera de poder acomodarse a la mayor cantidad de situaciones posibles, lo que desde luego acortaría sus párrafos a riesgo de coartar el poder mostrar a los oyentes el modesto talento que ostento como escritor, lo que en principio se opone de mala manera al objetivo mismo que inspira el discurso.

Sin duda mi idea que en principio parecía tan genial ha ido perdiendo fuerza en tanto me he ido topando con los obstáculos que implican su realización y lo más seguro a fin de no defraudar al futuro lector de mi discurso, que ojala espere mucho tiempo más para ser leído, será por ahora darle la forma de mis frustrados intentos por escribirlo.

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