on Ernesto Laprida no nos hablamos. Nos hemos ignorado desde siempre. A pesar de conocernos hace años, no hemos concebido para nosotros otra forma de relación. Hechos infortunados para el en el instituto hicieron que yo me incorporara antes al mundo laboral y tomara el puesto que, como hijo de funcionario, se le había prometido desde que se propuso obtener el título de contador. Seguramente para el, fue motivo suficiente para seguir ignorandome, y en respuesta a ello, yo también actúo con franca indiferencia. Curiosamente la vida siempre ha querido juntarnos y ambos resistimos tercamente. Desde hace 756 días vivimos en la misma cuadra. Un amigo común me lo comunicó a sabiendas de nuestra enemistad, 14 días antes de que se mudara frente al edificio donde vivo hacen ya más de 3651 días. Lo ha hecho claramente en un tono de insolencia y creyendo que provocaría más de algún arrebato, aún que hasta ahora ignora que para mi no ha dejado de ser en extremo placentero.
Cada vez que nuestra jornada termina, nos apresuramos raudos a marcar nuestra salida y comienza una silenciosa carrera a muerte de regreso a casa. Buses, paradas promedio, cuadras caminadas al metro (las que confieso en su mayoría corro) y de ahí las 5 necesarias para alcanzar la meta, cerrar la puerta antes que mi contendor y sentir el placer de la victoria, no sin antes cerciorarme por un resquicio de la puerta, de que su casa aún está vacía. Hoy por 4ta vez en el mes, ha tenido que quedarse hasta mas tarde en su puesto. Yo como oponente honesto, he dejado pasar discretamente 3 microbuses, para que no pueda jactarse luego de que me dio ventaja y que por eso le gano.
jueves, 30 de julio de 2015
Contienda secreta
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