En una búsqueda ininterrumpida de los factores que modulan mi inspiración, y claro, en virtud de que mi polola anda de viaje y compañero de armas me ha dejado plantado, me he venido montado en 2 ruedas hasta el barrio lastarria, y me he sentado a tomar un café rodeado de extranjeros.
Como antojo antes del café he querido entrar a la videoteca en la que había estado la ultima vez que anduve por allí con mi polola. Lo decidí cuando me iba acercando, pasar y preguntar por alguna comedia de cine francés con las que, hasta ahora no hemos tenido malos resultados. Ya dentro de la tienda y después de echar un ojo desinteresado, le he preguntado a una de las señoras que allí atienden (mayor, italiana, de ojos claros) por alguna comedia de cine francés que me pudiese recomendar. He venido como siempre con lentes de sol, pero como ya es tarde y la oscuridad ha hecho presa de mi paseo, los he dejado como cintillo desde la mitad de mi travesía. Tal parece que, con esta obsesión de usar lentes de sol, mis ojos se han malamente acostumbrado a no recibir un ápice de viento por delante y como resultado de ello, he llegado al lugar con mis escaleras rojas y lagrimeantes. El punto es que, al momento de pagar por los dos títulos que me tincaron, ha sobrevenido una agudizacion repentina del lagrimeo y la italiana con la que ya hubiere intercambiado un par de frases en broma a cerca de las películas que me ofrecía, me ha mirado con un sobrecogimiento tal, que varias personas en la tienda, que en ese momento estaba repleta, han posado sobre mi su mirada. "Pobre bambini", debe haber pensado, "seguro lo dejo la chica con la que ha pasado aquí la semana pasada y destrozado ha venido buscando consuelo en una melancólica cinta francesa" justo cuando yo le preguntaba si no tenia alguna otra de Frédéric Beigbeder, el mismo director de la película que había comprado tan solo una semana antes. Esa y otras 4 o 5 historias más se debieron haber construido en torno a mi ojo lloroso, que a esas alturas me había obligado a buscar algo con que secar las gotas de lágrimas en mi mejilla. Hasta la voz me salio medio temblorosa y dimensionando todo lo que allí acontecía, y con el ojo derecho que me dolía cada vez que pestañaba, tome mi bolsa y salí de la tienda tan rápido como pude, como quien huye con el corazón partido.
viernes, 3 de julio de 2015
Ojo lloroso
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